Leiam com cuidado o artigo excelente de José Valenzuela Feijó (seguramente um dos mais importantes economistas políticos de nosso tempo) e Maria Eugenia Lozano (aplicada e consequente estudiosa do setor fianceiro no México e no mundo) para retirar de suas cabeças as informações absolutamente falsas que se manejam em grande parte do ambiente intelectual e profissional ligado à economia, inclusive por setores progressistas.
México
: Ayotzinapa no es por casualidad.
Mucho
se ha escrito en las últimas semanas sobre la barbarie de
Ayotzinapa.
Muchos
queremos entender qué está pasando realmente en México.
Como en
el CEE-Panamá
creemos - con Schiller - que “no
existe la casualidad y lo que se nos presenta como azar surge de las
fuentes más profundas” hemos
buscado una explicación más integral, más elaborada. Entre muchas,
nos satisface el análisis que ofrecen María Eugenia Lozano y José
Valenzuela Feijóo. La ofrecemos a nuestros lectores habituales.
CEE-Panamá.
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México
en crisis: Problemas económicos y políticos.
María
Eugenia Lozano
José
Valenzuela Feijóo.
INDICE
A.-
MÉXICO:
LA BASE NEOLIBERAL Y SUS RESULTADOS.
I.-
Bloque de poder: los que controlan el Estado.
II.- La
economía neoliberal.
1.- El
desempeño económico.
2.- El
trasfondo del estancamiento neoliberal.
3.-
Algunas consecuencias.
III.-
Desintegración moral y social.
B.-
AYOTZINAPA:
LA CRISIS POLÍTICA Y DEL ESTADO.
I.-
Ayotzinapa y crisis del Estado.
II.-
Reacciones en el bloque dominante.
III.-
Reacciones y conductas previsibles por clases y fracciones clasistas
que están fuera del bloque de poder.
IV.- El
conflicto actual y las posibles rutas que pudiera seguir.
V.- El
último mensaje presidencial.
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A.-
MÉXICO:
LA BASE NEOLIBERAL Y SUS RESULTADOS.
Los
problemas sociales y políticos que atraviesan hoy a México, tienen
una base o trasfondo estructural: el neoliberalismo. Desde 1982 a la
fecha, en el país ha imperado el estilo neoliberal, en lo económico
y en lo político. Sus resultados han dañado seriamente a más del
90% de la población. ¿Qué rasgos tipifican al neoliberalismo
mexicano? En lo que sigue, pasamos a indicar y comentar lo que
pensamos es más importante.
I.-
EL
BLOQUE DE PODER: LOS QUE CONTROLAN EL ESTADO.
Por “bloque de poder” se
entiende el conjunto de fracciones clasistas que monopolizan el poder
del Estado. Normalmente, no es una sino varias las fracciones de
clase (o hasta clases) que ejercen el control del aparato estatal. De
ellas, siempre hay una que funciona como fracción dirigente o
“hegemónica”. Se trata de la clase o fracción clasista que
funciona como “capitán del buque”, la que dirige y domina al
conjunto del bloque. Por lo mismo, la actividad estatal pasa a
reflejar en muy alto grado, los intereses económicos y políticos de
la fracción dirigente.
¿Qué sucede hoy en México?
¿Quiénes integran el “bloque de poder”? ¿Qué fracción opera
como dirigente del bloque?
En el llamado “bloque de
poder”, operan: i) el gran capital financiero especulativo,
mexicano
y extranjero. Son los capitalistas que controlan la banca, las
instituciones financieras como la bolsa de valores, corredurías,
etc.; ii) los grandes monopolios con capacidad para exportar,
localizados en la minería, en la industria y, a veces, en la
agricultura; iii) los grandes monopolios localizados en transportes,
comunicaciones y medios de comunicación (Televisión, radio, etc.).
Tales son los grupos que
dominan al país, en lo económico y en lo político. No
son más de 300 familias. Y que imponen su voluntad a los 120
millones de mexicanos que hoy viven en el país.
Lo cual, como se puede ver, abre muy serias dudas sobre el contenido
real de la llamada “democracia mexicana”.
En este bloque el grupo que
opera como fuerza
dominante es
el capital financiero-especulativo (bolsa de valores, bancos,
intermediarios financieros, etc.). Este grupo es el que decide las
líneas básicas de la estrategia y política económica. En este
plano se pueden distinguir dos ejes centrales: a) ataque frontal a
los trabajadores asalariados; b) aperturismo externo indiscriminado,
desnacionalización y entrega de la economía nacional a la inversión
extranjera. Asimismo, son los que deciden los mecanismos
de dominación
que se aplican sobre el conjunto del pueblo. Los mecanismo
principales que hoy se usan son: i) el dominio ideológico y
distorsionador de las conciencias que determina la dictadura
mediática irrestricta que se aplica en radios y televisión. Es
decir, se ocultan algunos sucesos, se distorsionan otros, se miente y
difama. Todo, en favor de los de arriba y en contra de los
trabajadores. La gente se traga los mensajes del monopolio televisivo
y termina apoyando a la minoría que la estruja, explota y oprime.
ii) la represión abierta que se viene aplicando, con fuerza
creciente, en contra de los sectores populares que empiezan a
reclamar.
Conviene
agregar: como regla, los empresarios (o capitalistas) no funcionan,
directamente,
como dirigentes políticos. Operan por la vía de sus agentes o
representantes políticos. O sea, personas que se dedican de tiempo
completo a la política y que operan como representantes de las
clases y fracciones de las clases dominantes. Y debe subrayarse: no
es necesario ser banquero para ser representante político de los
banqueros. Para serlo, basta que en política se funcione en
congruencia con el interés de clase de los banqueros. Por ejemplo,
oponerse a la devaluación del tipo de cambio, al control del
movimiento de capitales, a reducir drásticamente la tasa de interés,
a elevar los salarios, etc. En México hoy, ¿quiénes representan
políticamente al bloque de poder? En lo básicos, se puede señalar:
a) el segmento del PRI lidereado en la sombra por Salinas de Gortari
(junto a EPN, Videgaray, Serra Puchet, etc.), que es claramente
neoliberal. El que también ha desplazado casi por completo al viejo
PRI, el que operaba con afanes industrializantes y más o menos
nacionalistas (el de Lázaro Cárdenas, de López Mateos y otros); b)
El PAN, en prácticamente todos sus cuadros intermedios y de
dirección.
En
los últimos años, la Presidencia del Estado ha pasado del PRI al
PAN y luego vuelto al PRI. Esta sucesión se interpreta como
expresión de la democracia mexicana. Pero es fácil comprobar que lo
que ha sucedido es un simple cambio de representantes políticos de
los mismos intereses clasistas. O sea, un cambio que no es cambio,
que es pura apariencia y que en nada ha afectado a los intereses del
bloque dominante.
En
los partidos políticos del poder, los que representan al bloque
dominante, la eficacia depende en alto grado, de la penetración que
pueden lograr en las capas sociales que están fuera del bloque de
poder. Es decir, necesitan ser partidos de masas y eso los obliga a
penetrar en las masas explotadas y dominadas, no para defender sus
intereses sino para que, con cargo a tales o cuales engaños (o
falsas promesas) se sometan al bloque dominante. En estos casos,
pueden surgir ciertas contradicciones entre los cuadros medios y
bajos (que operan en contacto con los sectores populares) y los
cuadros de dirección. Tales conflictos se mediatizan y hasta se
ocultan si se cumplen ciertas condiciones: dominación ideológica
total, concesiones de reformas, sobornos, etc. Pero en ciertos
momentos esas condiciones y mecanismos se debilitan y las
contradicciones entre los de arriba y los de abajo pueden salir a la
luz pública. Estas, se expresan como divisiones al interior del
partido político dominante, discrepancias, conflictos, etc. Cuando
surgen crisis económicas y políticas, este conflicto suele ser
frecuente y visible.
Hay
también partidos que, estando fuera del bloque de poder, tienen
cierta base de masas que la esgrimen para conseguir tal o cual
concesión o sinecura. De facto, son serviles al poder. Tal parece
ser el caso del PRD, que en los últimos años pasó a ser dominado
por un grupo que ha roto del todo con el interés popular, que se ha
corrompido y apoya de hecho al neoliberalismo.
II.-
LA
ECONOMÍA NEOLIBERAL.
1.-El
desempeño económico.
El
desempeño de una economía se suele medir en términos de: a) el
ritmo de crecimiento que alcanza; b) la distribución del ingreso; c)
el grado de autonomía (de no dependencia económica). En estos tres
aspectos el desempeño neoliberal es pésimo. La economía crece poco
o nada, la distribución del ingreso es cada vez más desigual y el
país se torna más y más dependiente de Estados Unidos.
En
cuanto al crecimiento, el desempeño neoliberal ha sido desastroso.
Si consideramos todo el período neoliberal –de 1982 a la fecha-
nos encontramos con una situación que es de cuasi-estancamiento en
términos del producto por habitante con que opera el país. La
magnitud del fenómeno queda más claro si comparamos el crecimiento
del período con el que logró la economía en el período previo, el
conocido como de “industrialización basada en la sustitución de
importaciones”. La información se entrega en el cuadro que sigue.
CUADRO
I: México, ritmos de crecimiento del PIB. Fase de “industrialización
sustitutiva” y fase neoliberal
Fase
|
PIB global (*)
|
PIB
habitante
(*)
|
Crecimiento
población
(*)
|
Años
para duplicar PIB por habitante
|
A.-
Fase neoliberal
|
1.9
|
0.
3
|
1.6
|
232
|
B.-Industrialización
sustitutiva
|
6.7
|
3.9
|
2.8
|
18
|
C
= B / A
|
3.5
|
13.0
|
1.75
|
0.078
|
(*)
Tasa media anual de crecimiento. En porcientos. Período neoliberal =
1981-2013. Industrialización sustitutiva = 1940-81. Fuente:
Estimaciones a partir de INEGI, SCN.
Como
se puede observar, el desplome en los ritmos de crecimiento ha sido
enorme. El incremento demográfico se ha reducido en muy alto grado,
pero igual el crecimiento del PIB per-cápita se ha desplomado,
pasando de un 3.9% anual en la fase del crecimiento hacia adentro, a
un esmirriado 0.3% en la fase neoliberal. A este ritmo de expansión,
el PIB por habitante se duplicaría en nada menos que 232 años.
Entretanto, al ritmo del modelo previo (que los ideólogos
neoliberales califican como “populista” y de “manejo
irresponsable de la economía”), lo haría en sólo 18 años.
En
cuanto a la distribución del ingreso, el deterioro es universalmente
admitido. Baste un dato: en 1984 (cuando ya se había experimentado
el brutal shock con que empezó el gobierno De la Madrid), el 10% más
rico de los hogares urbanos acaparaba un 25.8% del ingreso total; en
el 2006, la cifra llegaba a un 39.4%. Por el otro lado, el 10% más
pobre captaba un 3.2% en 1984 y un 2.0% en el 2006. La diferencia a
favor de los más ricos era de 8.06 veces en 1984 y de 19.7 veces en
el 2006. En los últimos años, la situación ha seguido empeorando.
Por debajo de la tremenda desigual distributiva, opera el violento
aumento en la tasa de explotación. Hoy,
por cada 100 que produce, un trabajador productivo sólo se queda con
15. El resto, pasa a manos del gran capital. El cual, invierte una
mínima parte (no más del 15% de sus ingresos) y el resto lo
despilfarra en suntuarios o se lo lleva fuera del país (Miami,
California, etc.). El proceso también perjudica a las clases medias
e incluso a sectores capitalistas medianos y pequeños y, en general,
a todos los sectores que operan para el mercado interno.
En cuanto a la dependencia,
tenemos que la economía se abre indiscriminadamente a las
importaciones (lo que provoca la quiebra de muchas empresas) y al
capital extranjero, el que se apropia de todos los sectores
económicos importantes, lo que ha desembocado en la escandalosa
privatización de la industria petrolera. En lo político, hay
aviones espías no tripulados que sobrevuelan a diario los cielos del
país, los agentes de la CIA y otros son cada vez más numerosos y
recientemente se ha denunciado que hasta soldados yanquis (con
uniforme de la Marina) operan en el país. Todo apunta a que el país
se empieza a transformar en una especie de colonia.
2.-El
trasfondo del estancamiento neoliberal.
Lo
mencionado hay que entenderlo como una resultante. ¿Cuáles son las
causas que originan estos resultados? Apuntando a lo fundamental y en
los términos más sencillos posible podemos indicar lo que sigue.
La
clave del crecimiento radica en el proceso de acumulación. Se
sostiene que ésta depende de dos factores: i) la relación que
guarda el excedente con el Ingreso Nacional; ii) la tasa de
acumulación (entendida como la porción del excedente que se
acumula).
¿Qué
se entiende por excedente económico? Cuando se llevan adelante las
tareas de producción, se gastan o consumen recursos materiales
(máquinas, materias primas, etc.). También se gasta la fuerza o
capacidad de trabajo de los asalariados. Ambos recursos se deben
reponer y, para ello, se utilizan los resultados de la producción.
Una parte para reponer los medios materiales y otra para reponer la
fuerza de trabajo. Si sobra algo, se le llama excedente económico
(en México, lo que “sobra” equivale a un 85% o más, del total).
¿Cómo
se puede utilizar este excedente? En dos formas: i) se aplica para
ampliar el patrimonio productivo: ruta del crecimiento; ii) se aplica
en usos improductivos o remesas que salen del país. Es la ruta del
despilfarro y estancamiento.
En
cuanto a la tasa de crecimiento del producto (PIB o Ingreso Nacional)
depende de tres factores: 1) la relación del excedente al Ingreso
Nacional (relación conocida como “potencial de reproducción
ampliada”), magnitud que se debe elevar; 2) la relación
acumulación a excedente (“tasa de acumulación”), magnitud que
también se debe elevar al máximo; 3) la eficacia de la acumulación
(“relación producto a capital marginal”). Es decir, la capacidad
de la inversión para incrementar el nivel del Ingreso Nacional.
¿Cómo
han venido operando en México estos factores?
Primero,
tenemos que al pasar a la fase neoliberal, la tasa de plusvalía
(igual al resultado de dividir la parte del ingreso que va al
capital, o plusvalía, por la parte que va a los trabajadores
productivos, o “capital variable”) prácticamente se duplicó,
pasando de 3.0 a 6.0. Un salto enorme y que históricamente es muy
raro. Es un triste “record” a nivel mundial. Además, este salto
en la explotación se ha logrado por el método más regresivo: la
disminución de los salarios reales.
El
aumento en la tasa de explotación significa que la relación
excedente a Ingreso Nacional
se
eleva. En el país, ha llegado a operar en el orden del 85%: a nivel
mundial, cifra difícil de observar. En este sentido, es muy evidente
que la primera condición del crecimiento –un alto nivel del
excedente económico- está más que cumplida en el país.
La
segunda variable a considerar es la tasa de acumulación, factor que
en la fase neoliberal alcanza niveles anormalmente bajos: apenas si
se acumula un 14% del excedente que genera la economía. Esta
proporción es escandalosa, pues también nos señala que el 86%
restante se despilfarra. Finalmente, tenemos el coeficiente
producto-capital, el que nos mide la eficacia de la inversión y que,
en el período neoliberal, se desploma. Los datos se muestran en el
Cuadro II.
Cuadro
II: Plusvalía, acumulación y crecimiento
Fases
|
Tasa
de
plusvalía
|
Potencial
de
reproducción
ampliada
|
Tasa
de
acumulación
|
Eficacia
de
la
acumulación
|
Tasa
de
crecimiento.
|
Industrialización
sustitutiva
|
3.0
|
0.75
|
0.25
|
0.357
|
0.0697
|
Neoliberal
|
6.0
|
0.86
|
0.14
|
0.154
|
0.02
|
Fuente:
estimaciones a partir de INEGI, SCN.
En
el cuadro, si se multiplica la tercera columna (potencial de
reproducción ampliada) por la cuarta (tasa de acumulación) y luego
por la quinta (eficacia de la inversión) se obtiene la sexta y
última columna: la tasa de crecimiento del producto. Los datos
muestran la presencia de dos grandes problemas: el de la muy baja
tasa de acumulación y el de la también bajísima eficiencia de la
inversión. Además, nos señala una situación escandalosa. Por un
lado, la tasa de explotación se exacerba y el excedente económico,
como porción del Ingreso Nacional, se eleva a niveles altísimos.
Por el otro, la mayor parte de ese excedente se despilfarra. Por un
lado explotación y miseria; por el otro, ocio, despilfarro y
parasitismo.
¿Por
qué es tan baja la tasa de acumulación?
Si
la acumulación es débil, podemos suponer que las ganancias que se
le asocian son poco atractivas. Como apuntaba el inglés David
Ricardo, refiriéndose a los capitalistas, “sus motivos para
acumular disminuirán con cada disminución de las ganancias”. Pero
surge aquí una duda: siendo tan alta la tasa de plusvalía, ¿es
posible hablar de una baja rentabilidad? La respuesta es afirmativa,
pues junto a la tasa de plusvalía operan otros factores
determinantes de la tasa de ganancia y que perfectamente pueden
anular el impacto de la alta tasa de explotación. De estos factores,
debemos recoger los dos más importantes.
Uno,
tiene que ver con la estrechez del mercado interno y su impacto en
las ventas y en la tasa de operación (esta tasa compara la
producción efectiva con la producción potencial de la empresa o
rama). Una acumulación bullente crearía capacidades de producción
excesivas respecto al bajo nivel de las ventas posibles: si se
producen 150, se venderían 100. Por lo mismo, altísimos márgenes
de capacidades productivas ociosas. Para evitar este problema, los
empresarios responden restringiendo la inversión. Recordemos que en
la fase neoliberal el mercado interno se comprime (caen los salarios,
cae el gasto público, las importaciones se “comen” buena parte
de la demanda global) y las empresas que pueden crecer, sólo son las
que pueden vender fuera del país. Algo que va asociado a dos
ingredientes centrales del estilo neoliberal: a) el grueso de la
capacidad exportadora se concentra en manos de las grandes
corporaciones transnacionales; b) el mercado interno deja de
interesar como factor de ventas. Sólo interesa por el lado de los
costos (salarios) de la fuerza de trabajo, que serán tanto más
bajos mientras mayor sea la desocupación y la falta de desarrollo
industrial. En otras palabras, para un modelo exportador de tipo
neoliberal, los bajos salarios y la mala distribución del ingreso
son estrictamente funcionales. Valga también agregar: como la
inversión que se aplica en las ramas que producen bienes de consumo
para los asalariados es baja, la productividad del sector se mueve
muy cansinamente. Por lo mismo, se atasca el mecanismo de la
plusvalía relativa y la mayor tasa de plusvalía pasa a afirmarse en
el muy retrógrado método de la contención y/o reducción de los
salarios reales. Algo difícilmente conciliable con un régimen
político democrático.
Dos,
la baja rentabilidad de la inversión productiva se debe cotejar con
una esfera de inversión que se va tornando más y más atractiva: la
financiera. La inversión en el sector financiero (banca y similares)
suele ser más rentable, especialmente si se aplica a la especulación
bursátil. Por lo mismo, empieza a surgir una especie de
“degeneración” del capital industrial: aplica sus fondos de
inversión no en el espacio de la producción sino en el espacio de
la especulación financiera.
El
segundo gran problema es la ineficacia de la inversión. Para el
caso, tenemos que la relación entre el aumento del PIB y la
inversión neta (o incremento en el acervo de activos fijos
productivos) resulta muy bajo: 0.15 en la fase neoliberal versus un
0.36 en la etapa del desarrollo hacia adentro. ¿Por qué se hunde
este coeficiente?
A
título más bien hipotético se pueden señalar tres causas gruesas:
a) una buena parte de la inversión (casi la mitad) se localiza en
sectores improductivos (banca, comercio, etc.) cuyo impacto y efecto
de arrastre sobre la producción es mínimo; b) la gran apertura
externa del país provoca que una alta parte de los potenciales
efectos impulsores de la inversión, se canalicen al extranjero. O
sea, los eslabonamientos económicos internos, hacia atrás y hacia
adelante –que nunca fueron elevados- casi han desaparecido con el
aperturismo neoliberal y, por lo mismo, el impacto de la inversión
en la producción nacional se torna menor; c) en el país, la calidad
de la gestión empresarial (o “eficacia gerencial”) parece ser
muy baja. El grupo empresarial, en promedio es poco preparado, suele
utilizar métodos tradicionales e intuitivos de gestión y sus afanes
se concentran más en lograr favores y/o privilegios del poder que en
impulsar un estilo gerencial más o menos científico y concentrado
en las tareas de producción. La consecuencia es fatal: no se
utilizan a plenitud los potenciales productivos de las nuevas
máquinas y equipos que incorpora la inversión.
3.-Algunas
consecuencias.
3.1.-Parasitismo
y deformación de la estructura económica.
Cuando
una economía produce mucho excedente (lo que viene determinado por
una alta tasa de explotación) y acumula muy poco, podemos hablar de
parasitismo económico. Es decir, los grupos sociales que se apropian
del excedente, le dan un uso primordialmente improductivo. En otras
palabras, despilfarran el excedente y, por lo mismo, el alto
excedente no se traduce en altos ritmos de crecimiento sino en una
situación de estancamiento económico. En el cuadro III mostramos
la utilización típica del excedente en el período neoliberal y en
el previo.
Cuadro
III: Usos del Excedente (en % s del total).
Fase
|
Excedente
|
Acumulación
sobre
excedente.
|
Usos
Improductivos sobre excedente (*)
|
Neoliberal
|
100
|
14
|
86
|
Industrialización
Sustitutiva
|
100
|
33
|
67
|
(*)
Incluye remesas al extranjero. Fuente: estimaciones a partir de
INEGI, SCN.
Las
cifras son elocuentes. Sólo cabe recordar: la justificación
histórica del capitalismo y de los capitalistas viene dada por su
capacidad para acumular y generar altos ritmos de expansión
económica. Lo cual, para nada se cumple en el caso mexicano.
Estamos, por tanto, frente a una clase capitalista dominante que
pierde su justificación de ser.
El
parasitismo y el despilfarro se manifiestan también en dos aspectos
que conviene recoger: la deformación de las estructuras productivas
y la deformación de la estructura ocupacional.
La
deformación productiva.
En
la Industria de Transformación, el sector clave es el conformado por
las ramas metal-mecánicas. En ellas, que en lo grueso son
productoras de bienes de capital (máquinas y equipos), encontramos
el verdadero corazón de lo que Marx denominaba Departamento I de la
economía (el productor de medios de producción). Es un segmento
que, por lo mismo, juega un rol central en todo proceso de efectivo
desarrollo económico. Si un país pretende ascender al desarrollo
debe elevar considerablemente el papel de las ramas metal-mecánicas.
Pero esto para nada se cumple en la fase neoliberal. Entre 1999 y el
2007, este sector crece al 2.8% anual. Entretanto, el sector que
agrupa a Financieras y Seguros, crece al 11.1% anual, una tasa casi 4
veces superior al grupo de metal mecánicas. Claramente, nos
encontramos con una deformación mayor y que se asemeja a una especie
de “gangrena económica”. El sector que empuja el crecimiento se
aletarga. Y el que vive a costa de él, se infla más y más.
Deformación
ocupacional.
En
el país, no sólo es muy reducido el incremento ocupacional. También
es grave la composición ocupacional, cada vez más proclive al peso
de los segmentos improductivos. En los últimos años el problema se
ha venido acentuando y el peso de los improductivos se aproxima al
50% de la ocupación total. Además, la remuneración por ocupado es
bastante más alta en el segmento improductivo.
Entre
1981 y 1995 las ocupaciones productivas crecen un 15% y las
improductivas se eleven en casi un 42%. En el período 2003-2013, el
diferencial dinámico se mantiene. Todo ello, en el marco de un
crecimiento de la ocupación total que es muy magro. En suma, según
nos señalan los indicadores manejados, al estancamiento económico
se une una seria deformación de las estructuras productivas.
3.2.-
Empleo,
desocupación y marginalidad.
El lento
crecimiento se traduce en un muy serio problema ocupacional. En la
actualidad, el sector formal ocupa un poco más del 40% de la
población que busca trabajo. Y el sector capitalista, no más de un
35%. O sea, nos encontramos con un capitalismo que no da empleo.
¿Qué
hace la gente al no encontrar un empleo productivo y formal? Se
refugia en: i) el ambulantaje y otras actividades informales y
pauperizadas; ii) busca irse al otro lado, a EEUU; iii) se integra a
bandas criminales (narcos, etc.).
Las
consecuencias de esta situación son muy graves. Encontramos aquí,
el trasfondo de la
descomposición
social y moral que viene asolando al país.
En
resumen, el neoliberalismo provoca alta explotación y miseria,
desempleo y marginalidad para el pueblo en general. Entretanto, una
delgadísima capa vive en la opulencia y el despilfarro, como una
especie de modernos faraones.
III.-
DESINTEGRACIÓN
MORAL Y SOCIAL.
El
capital financiero-especulativo (grandes bancos, casas de bolsa,
etc.) es el más beneficiado por el modelo. Son la fuerza dirigente y
por ello, determinan lo medular de la política económica. Son un
grupo parásito, ajeno a la producción y que viven de engaños y
trampas. Cuando este tipo de grupos controlan la política y la
economía, amén de estancamiento, se generan impactos disolventes:
se estimula la inmoralidad, el vivir no del trabajo tenaz y serio
sino del “ganar en la ruleta”.
El nexo entre grandes
empresarios y el Estado, también es un factor que degrada a la vida
social. Mucho se habla, y con razón, de los políticos corruptos.
Pero los grandes empresarios que entran en contubernio y se
aprovechan de los favores del Estado, son igual o más corruptos. Lo
que esta vinculación genera es corrosivo: los capitalistas buscan
altas ganancias no por la vía de mejoras en la producción sino por
la de los negocios fraudulentos (evasión de impuestos, concesión de
contratos públicos, etc.).
Tal tipo de prácticas,
terminan por permear a todo el tejido social. La gente, en
consecuencia, llega a pensar que no es con cargo al trabajo que puede
mejorar sino por la vía de las estafas, del “amiguismo” y del
robo.
Un
factor también decisivo es lo que pasa en la parte baja de la
pirámide social. Como el sector capitalista relativamente moderno no
crea ocupaciones, la gente se ve arrastrada a la informalidad, al
comercio callejero ambulante. Actividad del todo ajena a la
disciplina y que también estimula las trampas y engaños: el
ambulante vive de comprar barato y de vender todo lo caro que pueda.
Para lo cual, siempre acude al posible engaño. Este segmento, que se
acerca al 40% o más de la población activa, opera con bajísimos
ingresos. Se trata de una capa pauperizada y que, en virtud de sus
mismas condiciones de vida, asume un estilo lumpenizado. Y demás
está decir: se acercan o se integran a las filas de lo no legal: el
narco, el secuestro, el robo, etc.
La
resultante de todo esto se ha ido tornando más y más visible. Las
normas sociales que regulan la vida social, junto a los valores que
las acompañan, muestran un deterioro agudo. Pareciera que ya todo
está permitido: el robo, las trampas, la traición, los ataques a
mansalva, la extorsión y el crimen. Todo, acompañado de la
impunidad y del cinismo más rampante.
Ciertamente,
un país no puede vivir de esta manera. Por eso sostenemos que un
reordenamiento estructural profundo, no sólo es un problema moral.
Es también una condición de vida y de existencia para el país.
B.-
AYOTZINAPA:
LA CRISIS POLÍTICA Y DEL ESTADO.
I.-
AYOTZINAPA
Y CRISIS DEL ESTADO.
El
feroz genocidio de Ayotzinapa (aunque algunos plantean la posibilidad
de un secuestro masivo), ha funcionado como detonador de una
situación que se venía incubando desde hace un largo tiempo. La
violencia y la muerte, son ya ingredientes cotidianos en el país. Y
responden al impacto del modelo neoliberal, a la descomposición
social y moral que provoca. La matanza se dio en una zona fértil
para generar una protesta fuerte y bien organizada. Pero se ha
extendido a prácticamente todo el país. En la movilización, los
jóvenes estudiantes vienen un jugando un papel principal, tal vez
porque son más sensibles que los viejos (casi siempre adocenados y
ya quebrados en su espíritu) y no desean caer en ese especie de hoyo
negro (que todo lo succiona y desaparece) en que se ha transformado
el sistema institucional vigente. En este marco, habría que subrayar
el contenido esencialmente moral de la protesta. Por lo mismo, el
rechazo y desprecio de los movilizados a los partidos del poder (PRI,
PAN, PRD). Algo que también forma parte de la crisis política
El
desarrollo concreto de la matanza aún genera grandes dudas. La orden
de muerte, pudiera haber sido dada por el gobierno local,
íntimamente ligado al narco y a los mandos militares. Pero no se
puede descartar la mano del Gobierno federal, sobretodo por su muy
sospechosa actitud posterior a la matanza. Primero, pareció que
quería diluir la noticia, casi silenciarla. Luego la dilación en la
investigación resulta también muy anormal, impropia de quien
pretende averiguar la verdad de los hechos. En el proceso, que ya
cumple dos meses, se han ido descubriendo más y más fosas, más y
más personas asesinadas. Pareciera que el país ha sufrido el
apocalipsis y que se ha transformado en un gigantesco cementerio
semi-clandestino. El proceso ha ido poniendo al desnudo no sólo una
corrupción inmensa y extendida, también la siniestra coalición
entre políticos, dirigentes de empresas y narco-traficantes. Si en
Estados Unidos se hablaba y habla de “complejo militar-industrial”,
aquí podemos hablar de “complejo narco-político y
policial-militar”. En este sentido, lo que dijera el presidente de
Uruguay apunta a un hecho cierto: el país tiene los rasgos de un
“Estado fallido”. Esto, en el sentido que se le da al vocablo
“fallido”: i) gobierno o Estado que no es capaz de evitar la
violencia sobre sus ciudadanos; ii) Estado que aplica la represión
violenta tanto interna como internacionalmente. En verdad, para
evitar conceptualizaciones a la moda y que pueden confundir, mejor
sería hablar de un Estado: i) represor abierto, explícito; ii)
conectado al narco; iii) que ha empezado a perder algo vital: la
unidad y verticalidad del mando; iv) que a nivel de sus mandos más
altos, ha perdido prestigio y legitimidad en grados mayores.
Luego
de Ayotzinapa, en Guerrero y zonas aledañas, se ha experimentado un
verdadero levantamiento
popular, el
que ha dado lugar a una cuasi desaparición de poderes (del poder del
Estado) en tales regiones. Asimismo, se ha extendido por todo el país
una impresionante ola de indignación. Inclusive, en el plano
internacional, la protesta ha sido muy fuerte y el desprestigio del
gobierno ha llegado a niveles desconocidos en la historia reciente
del país.
En
este marco, la arbitrariedad y corrupción del Estado, el tráfico de
influencias con las grandes empresas (“yo te doy, tu me das”), la
degradación judicial, etc., resulta brutal y, a la vez, ahora muy
visible.
El director de Human Rights Watch, ha declarado que México “arrastra
una crisis en materia de derechos humanos muy profunda y una total
falta de credibilidad por parte de las grandes mayorías en su
sistema judicial, que es un sistema carente de capacidades
elementales para investigar, susceptible de intimidación y
corrupción, penetrado en muchos sitios por la mafia. Este sistema
judicial actúa con una opacidad, sin mayor transparencia,
acostumbrado a fabricar culpables, sobre la base de apremios se
obtienen confesiones, muchos casos se resuelven sobre la base de las
confesiones de los presuntos culpables.”(declaración del
25/11/2014). La descomposición se traduce en una deslegitimación
casi completa del régimen. Es decir, se puede hablar de una crisis
ideológica y política muy seria. ¿Hasta dónde puede llegar el
problema? ¿Cuáles pudieran ser las salidas? En lo que sigue pasamos
a examinar algunas de las dimensiones involucradas.
II.-
REACCIONES
EN EL BLOQUE DOMINANTE.
Todo
parece indicar que la crisis ha afectado la unidad del bloque en el
poder. Al parecer, se delinean dos posiciones centrales. De seguro en
torno a ellas hay matices y en este momento los reacomodos y ajustes
son fluidos; también poco visibles. Pero conviene delimitar los
contornos básicos de las posturas en juego.
La primera sería la que
impulsa la represión abierta en contra del movimiento popular. Su
lógica es no aceptar concesiones y seguir con el neoliberalismo más
ortodoxo. Piensan que si no hay un golpe duro ahora, el movimiento
popular puede expandirse y fortalecerse más de la cuenta. Además,
creen que una eventual destitución de EPN sería peor para la
estabilidad del régimen. En este grupo se alinean los segmentos más
duros y fascistoides de la clase dominante. Son los que meten
provocadores (que se bajan de vehículos militares) en las marchas de
protesta y llaman por radio y TV a reprimir al pueblo que reclama. En
el plano militar, parecen contar con el apoyo de la Marina, cuyo jefe
critica a los que rechazan la privatización del petróleo por
“representar un pasado que en la actualidad no tiene cabida” y
fustiga a los “encapuchados” que “sólo generan violencia y
destrucción” (declaración y discurso, 23/11/14). El titular del
ejecutivo ha denunciado que “pareciera existir un afán orquestado
por desestabilizar y por oponerse al proyecto de nación.” Asimismo
se ha reunido con frecuencia muy alta con sectores militares, donde
se ha subrayado la fidelidad del estamento armado a la figura
presidencial. Además, en términos muy poco usuales en el alto mando
militar, se han hecho pronunciamientos políticos que apuntan a una
posible línea dura. El tono y los dichos, parecieran apuntar a los
segmentos populares que protestan, pero esto pudiera ser sólo la
apariencia. Muy probablemente, lo que se busca es fortalecer la
debilitada figura presidencial y evitar los intentos por “moverle
el piso” y hasta algo más, que podría llegar a su reemplazo. El
punto debe ser subrayado: el pueblo puede pedir la renuncia de EPN,
pero son otros
los que, por ahora, tienen la fuerza necesaria. Sea para mantenerlo,
sea para renunciarlo.
Lo que en estos planteos no se
aclara es el trato que se le daría al poder de los narcos, el que
está muy imbricado con la clase política, al nivel más alto.
Tampoco se habla de cambios económicos ni de una reforma política
sustancial, algo que, ante el brutal desprestigio de los partidos
(PRI, PN, PRD) parece ineludible si el afán es recomponer la
legitimidad del régimen. Más que ideas de cambio, lo que se
enarbola es la amenaza represiva.
En el contexto actual, el
recurso a una represión generalizada, parece poco inteligente:
muy
probablemente, le prendería más el fuego a las protestas populares,
las que podrían verse obligadas al recurso armado. Además, parece
difícil que tal estrategia sea aprobada por Estados Unidos. Más
bien al revés.
Una segunda línea es la que
impulsa una salida más negociada, la que supone ofrecer
algunas
concesiones al movimiento popular. Este segmento piensa que la
represión abierta implicaría lanzarle más gasolina al incendio en
ciernes. O sea, la situación se tornaría aún más grave y
eventualmente, hasta riesgosa para la clase dominante. Además,
despertaría un repudio aún mayor de la comunidad internacional y el
rechazo abierto de Europa y Estados Unidos. Este último, incluso
podría intervenir para evitar la violencia extendida, la que podría
generar una respuesta popular peligrosa para los intereses
imperiales. La respuesta negociadora parte de un diagnóstico: el
sistema, hasta ahora, viene funcionando sin ser capaz de generar
crecimiento y ocupación (en los dos primeros años de EPN, el PIB ha
crecido como al 1.5% anual, lo que se traduce en un PIB por habitante
completamente estancado). Situación que provoca marginación y
estimula al narcotráfico y la violencia. Piensan que es necesario
reimpulsar al mercado interno, impulsar la ocupación formal y
mejorar la distribución del ingreso. Para lo cual, sería necesario
incorporar algunos elementos de pragmatismo en la ortodoxia
neoliberal. La idea que manejan no es liquidar al modelo neoliberal
sino introducirle algunos ajustes que le permitan sobrevivir
recuperando parte de la legitimidad perdida. Este segmento, ante la
pérdida de prestigio de la figura presidencial, estaría dispuesto a
provocar el cambio en la presidencia. Lo harían para “salvar al
país” y llamar a una “refundación de la unidad nacional”. O
bien, podrían conformarse con dejar a EPN como rehén
de su estrategia política. Es decir, EPN conserva el cargo, pero
manejando un programa que le sería impuesto por el grupo
“negociador”. Es muy probable que estos sectores estén
“pulsando” a segmentos militares descontentos.
La
crisis ha afectado también a los institutos militares. Algo grave y
delicado para la estabilidad del sistema. Como los aparatos militares
se han visto abocados a tareas policiales en los últimos años, han
terminado por contaminarse. A nivel regional y local, parecen haber
entrado en “convenios” con el narco. Lo que provoca un efecto de
disolución muy peligroso. Asimismo, al verse involucrados en tareas
policiales, han debido soportar costos muy elevados (más en
prestigio que en vidas). Esto, genera descontento: “nos envían a
matar y luego nos exhiben públicamente como infractores de los
derechos humanos”. En este marco, la unidad del mando militar (algo
absolutamente imprescindible para la función básica de los
institutos militares) pudiera haberse debilitado. En los últimos
días (desde el 18-20 de noviembre para acá), los repetidos
pronunciamientos de EPN en favor de la unidad, del respeto a la
legalidad y sobre la fidelidad de los institutos armados, dan pie
para pensar que el Presidente sabe de los problemas y sabe que hay
grupos (civiles y de los altos mandos) que le pudieran estar moviendo
el piso. Otra variable a considerar es la eventual enfermedad del
presidente. Se trata de rumores persistentes que nos resulta
imposible rechazar o confirmar. Como sea, si la noticia es falsa, lo
fuerte del rumor apunta a una oposición que la difunde y que tiene
fuerza. Y si es verdadera, es evidente que estimula a las fuerzas que
buscan (o sueñan) con un posible reemplazo antes del 2018.
III.-
REACCIONES
Y CONDUCTAS PREVISIBLES POR CLASES Y FRACCIONES CLASISTAS QUE ESTÁN
FUERA DEL BLOQUE DE PODER.
Las
clases y fracciones de clase que están fuera del bloque de poder
constituyen la aplastante mayoría de la nación. En ella encontramos
a los campesinos, a la clase obrera, a la pequeña burguesía
independiente y pauperizada (incluso, en algunos segmentos,
lumpenizada), a la pequeña burguesía asalariada (empleados,
burócratas, etc.) y a sectores capitalistas de tamaño medio y
pequeño, que trabajan básicamente en función del mercado interno.
De estos sectores no se puede esperar una respuesta homogénea. Por
lo mismo, es más útil examinarlos uno a uno.
¿Qué sucede con la burguesía
no monopólica y con las capas medias?
La
burguesía media y pequeña, debería apoyar la línea de
concesiones. En cuanto ésta busca recomponer algo al mercado
interno, sus intereses se tornan claramente convergentes. En cuanto a
las capas medias, la situación puede ser menos nítida. Una parte,
un tanto histérica por la agitación de los medios, puede apoyar a
la solución represiva. Otra, más conmovida por el problema de los
muertos y corruptelas, pudiera apoyar el segundo camino. Y es posible
que una muy pequeña minoría (a título casi personal), opte por una
solución más radical y ajena al bloque dominante. Lo que pudiera ir
desde cierto jacobinismo hasta posturas de ruptura con el capitalismo
visto como sistema. En cuanto a la pequeña burguesía independiente,
no sería sorprendente que su segmento más pauperizado y marginal
apoye la solución autoritaria, algo común en estas circunstancias.
¿Qué
sucede o se puede esperar con los segmentos populares? Se trata de la
clase obrera y de los campesinos.
Por
el lado de los campesinos, al menos en algunos Estados (Guerrero,
Michoacán, Oaxaca, Chiapas, Veracruz y otros) parecen ser los más
proclives a desplegar una oposición radical –incluso armada- al
bloque gobernante. Pero no está claro con cargo a qué proyecto de
nación se pudieran manejar. Como históricamente ha sucedido, estos
segmentos suelen seguir a otras clases sociales, con mayor capacidad
de dirección y hegemonía. En cuanto a la clase obrera industrial,
el neoliberalismo la ha debilitado en términos numéricos, la ha
atacado sin piedad en sus sindicatos independientes (caso
electricistas) y no está nada claro que hoy pueda encabezar un
movimiento radical. Al menos por ahora, es una clase que salvo
algunas secciones (eléctricos, telefonistas, muy parcialmente en
petróleo, etc.) todavía sigue mediatizada por dirigencias
sindicales corruptas y, al final de cuentas, dominadas por el
capital. Pero pueden –algunas de sus secciones- empujar por una
oposición más sólida y radical.
En
la oposición social al bloque dominante, debemos distinguir entre la
oposición actual y la potencial. Hoy, todavía hay un gran hiato
entre una y otra. Podemos legítimamente suponer que la destrucción
del modelo neoliberal objetivamente debería interesar a todas estas
secciones; pero también se sabe que cuando menos dos tercios de los
perjudicado, de hecho han venido apoyando al esquema neoliberal. Eso
es lo que muestran las cifras electorales y algunas encuestas
creíbles. También parece cierto que la actual indignación moral
contra los crímenes y el Estado, que abarca a un 75% o más de la
población, todavía no se traduce en un claro programa de cambio
estructural que avance a una fase post-neoliberal. Y si esto no
sucede, mucho menos probable es un posible avance a una fase
post-capitalista. En ausencia de una organización política sólida
regulada por una teoría radical bien asimilada (“sin teoría
revolucionaria no hay acción revolucionaria”), la indignación
masiva suele comportarse como las grandes olas en el océano: suben
mucho y luego bajan. En todo caso, no se debe olvidar que en casos de
conmociones y crisis, la conciencia y la acción (motivos,
indignación, radicalismo) se pueden alterar con gran velocidad.
Uno
de los problemas mayores que encuentra el movimiento popular es la
desigualdad de su desarrollo. En buena parte del país, especialmente
en el norte, lo que predomina es la integración al sistema. En
otras, como en el sur-oeste, hay zonas muy radicalizadas. En
Guerrero, por ejemplo, hay antiguas tradiciones de lucha guerrillera
(Lucio Cabañas, Jaramillo, etc.) y en la actualidad hay un
movimiento social que busca desarrollar, por la vía de la lucha de
masas, un poder popular auténtico, desde abajo y dirigido por los de
abajo. Por lo mismo, en términos tendenciales, radicalmente opuesto
al poder estatal hoy vigente. Este movimiento, en todo caso, en tanto
no se conecte con las grandes zonas urbanas, encontrará serias
dificultades para desarrollarse. Asimismo, por la misma gran
desigualdad de los desarrollos políticos, puede emerger una fuerte
disociación entre los métodos de lucha. Por ejemplo, que surjan
localmente enfrentamientos armados en tanto, a nivel nacional, las
condiciones ideológicas y políticas imperantes lleven a no aceptar
esos métodos. O sea, el desigual desarrollo político puede
dificultar bastante la eventual conciliación (o hasta aceptación)
con ese tipo de métodos de lucha. En otras palabras, los segmentos
más avanzados pudieran quedar aislados en el plano nacional y, por
lo mismo, correr el riesgo de ser presas fáciles (o no tan duras) de
la represión estatal.
Ciertamente,
ninguna lucha popular y nacional puede pretender avanzar en términos
estrictamente similares. El desarrollo desigual siempre ha estado
presente y lo seguirá estando. Esta es una verdadera ley de las
luchas políticas. El punto no es éste, sino la “medida” de la
desigualdad. Si el desarrollo resulta extremadamente desigual –por
ejemplo, en una región hay vía armada en favor del socialismo y en
el resto del país la población apoya al capitalismo y repudia la
lucha armada- se romperá la “medida” y el resultado global será
claramente negativo: en vez de avanzar, el pueblo sufrirá derrotas
duras y se verá obligado a retroceder. Nada puede evitar la
exigencia de un análisis concreto de una situación concreta, pero
como regla general, se puede señalar: las formas de lucha más
radicales, deben asegurar –como mínimo- que en las zonas más
atrasadas e intermedias, se posean bases que aseguren por lo menos la
comprensión y la solidaridad. Y que eviten o dificulten la represión
abierta a los grupos que se sitúan en fases más avanzadas de la
lucha.
En
el caso de Guerrero, hay elementos que tornan más compleja la
situación. La región, históricamente, siempre ha padecido de la
violencia asociada a la propiedad agrícola, disposición de aguas,
etc. Y en las últimas décadas, ha sido profundamente penetrada por
los grupos del narco. Estos, disputan entre sí, someten a la
población, corrompen a autoridades civiles y policiales, etc. En
otras palabras, el aspecto o lado más descompuesto y violento del
modelo neoliberal, recae con todo su peso en las zonas más
deprimidas del país.
En
este marco, global y regional, se debe analizar la respuesta del
bloque dominante y del aparato estatal que controla, a los problemas
e insurgencias que ha desatado Ayotzinapa.
IV.-
EL
CONFLICTO ACTUAL Y LAS POSIBLES RUTAS QUE PUDIERA SEGUIR.
¿Qué
se puede esperar por el lado de los de arriba?
Por
lo que se puede discernir, el camino más probable apunta a la
mantención de EPN en el cargo. ¿Con cargo a qué línea política?
Al parecer, la ortodoxia neoliberal en lo económico no sufriría
alteraciones importantes: el sector más reformador o pragmático, en
esto, no habría triunfado. Pudiera ser que se desplieguen algunos
programas de apoyo a los Estados más críticos (Guerrero, Michoacán,
Oaxaca, etc.) pero, por ahora, no se vislumbran cambios dignos de
atención en el plano de la política económica (pudieran darse más
adelante). La respuesta a la crisis parece centrarse en dos ejes.
Uno, el afán de reunificar al Estado. Es decir, curar la actual
fragmentación o desmembramiento que impide las líneas de mando
verticales, de arriba hacia abajo, que exige todo Estado capitalista.
Según el secretario de Gobernación, Osorio Chong, “en los
municipios está el mayor de nuestros problemas.”(La Jornada,
26/11/2014). El diagnóstico, en parte es correcto: es en los
gobiernos locales donde penetra con más fuerza el narco y donde más
fácilmente la autoridad se desliga del Gobierno central. Pero que el
propósito pueda fructificar es más que dudoso. Mientras la economía
no crezca y genere masivamente empleos productivos, y mientras no
caiga fuertemente la rentabilidad del narcotráfico, resulta difícil
pensar en el éxito del propósito. Por lo mismo, no será fácil la
cooptación ni el enfriamiento de las protestas populares. En este
sentido, el segundo eje, el de la represión a la protesta popular,
podría seguir ganando espacio. En este contexto, que el sistema
pueda recuperar legitimidad y credibilidad en su dimensión político,
resulta poco probable.
¿Qué
se puede esperar por el lado de los excluidos del Bloque de Poder?
Los sectores populares,
campesinos, trabajadores y segmentos medios, se manejan con un
problema: la izquierda, en estos momentos no tiene una representación
política propia. El PRD, que se iniciara con gran apoyo, ha
terminado por subordinarse al Poder, se ha corrompido y está en
pleno proceso de desintegración. Y por estos días (fines de
noviembre) ha empezado a sufrir una muy fuerte desbandada de cuadros
políticos. Empezando por C. Cárdenas, que fuera su fundador y
figura emblemática. En cuanto a Morena, falta tiempo para evaluar su
desempeño efectivo. Sus bases son de un valor y abnegación a toda
prueba. Pero, de momento, su línea política resulta difusa y
vacilante. El PT tiene algunos cuadros de gran valor, pero se ha
venido tornando un partido más acomodaticio que impulsor de los
intereses estratégicos de la clase trabajadora. Existen otros
grupos, al parecer muy radicales, pero no tienen presencia nacional.
En términos generales, el déficit ideológico, organizacional y
político resulta fuerte. Y la abnegación e indignación moral,
aunque conmovedoras, no bastan. Por lo mismo, no se puede esperar que
en las actuales circunstancias, el bloque (potencial) popular, sea
capaz de lograr cambios significativos de orden estructural. Puede y
debe presionar en favor de una ruta no reaccionaria, pero por ahora,
siendo realistas, difícilmente podrá decidir.
Lo cual no se debe interpretar en el sentido de propiciar la
abstención y pasividad política. Muy al contrario, circunstancias
como las actuales son las que posibilitan un desarrollo político
rápido y sólido. Siempre y cuando el esfuerzo sea tenaz y
persistente, se concentre en desplegar una línea de acumulación de
fuerzas por la ruta de la lucha de masas y no se entrampe en la vía
parlamentario-electoral. No se trata, ciertamente, de despreciar las
elecciones y no participar en ellas. Se trata de no darle una
importancia que no tienen y de subordinar tal vía (por la cual nunca
se llega al poder) a la política de acumular fuerzas por la ruta de
la lucha de masas y de la creación de un real poder popular. No
basta marchar y marchar, ir una y otra vez al Zócalo. Se trata de
organizar
a los trabajadores en sus centros de trabajo, en sindicatos honestos
y lúcidos, a los pobladores en asociaciones vecinales, a los jóvenes
en ligas juveniles. Crear más y más organización. Politizar a los
trabajadores más y más. Generar poder e iniciativas en los de
abajo. No asustarse con el Poder vigente y no repetir tontamente sus
consignas. Por ejemplo, criticar a fondo eso de respetar a las
instituciones vigentes, que es lo mismo que agacharse frente al
dominio neoliberal. Si el pueblo va a avanzar, lo que debe hacer es
justamente romper toda la argamasa institucional hoy vigente.
Para
los próximos meses se puede presentar una situación fluida. Con los
normales altibajos –subidas y bajadas- de la tensión política,
en los cuales pudiera irse desplazando la actual correlación de
fuerzas. No se puede descartar una salida desesperada del régimen en
términos de una represión violenta focalizada e inclusive
generalizada. Pero también pudiera darse un giro al interior del
bloque dominante a favor de una ruta más política y dispuesta a dar
algunas concesiones. Los sectores populares más avanzados deberían
tensarse al máximo para ganar en conciencia y organización. Si
logran enraizarse con mayor fuerza en el seno de los trabajadores y
del pueblo en general, podrán esquivar la violencia fascista y
presionar por una salida democrática, que tome en cuenta los reales
intereses del pueblo mexicano. El camino de seguro no es ni será
rectilíneo, pero sólo ganando fuerzas en el seno de las masas
populares, podrán salvaguardar sus intereses –empezando por su
vida- y empezar a vislumbrar el quiebre del neoliberalismo primero y
el del capitalismo después.
V.-
EL
ÚLTIMO MENSAJE OFICIAL.
Terminado
el texto anterior tuvo lugar un importante discurso de EPN (“Por un
México en paz con justicia y desarrollo”; 27/11/14), en el cual
presenta su programa de acción frente a la crisis. Pareciera que
tiene lugar en un contexto (no visible) en que EPN ha evitado el
peligro de ser destituido y retomado el mando. Y más que decidiendo
en favor de una u otra línea, adoptando una especie de postura
intermedia.
El
discurso no asume una vía de reformas decidida, pero sí ofrece
algunos cambios. De estos, destacan dos: i) recuperar el mando
vertical, el que se ha deteriorado fuertemente por la parte baja; ii)
impulsar el desarrollo económico de las regiones atrasadas donde la
revuelta social asume aspectos amenazadores.
En
el discurso, se observa un cambio de tono: desde las amenazas algo
histéricas que promueven la agresión a los descontentos, a
propuestas más políticas que le bajarían el nivel a la represión
estatal. Con todo, no habían pasado 24 horas del pronunciamiento
presidencial cuando se empezaron a suceder agresiones y provocaciones
policial-militares que se acercan bastante a lo que sería un régimen
dictatorial abierto: secuestro de estudiante de la UNAM por policías
de civil y sin ninguna orden judicial, invasión militar a la
Universidad Estatal de Coahuila, agresiones a estudiantes normalistas
en Guadalajara, mantención de mandos policiales fascistas en el DF,
etc. Es decir, lo que se escribe con una mano, se borra con la otra
(curiosamente, dejando en la estacada al secretario de Gobernación,
que declara una cosa y, al parecer, no le hacen caso los mandos
militares). En lo que sigue, examinamos los cambios prometidos.
1.-
Recuperar la
verticalidad del mando estatal.
Se
anuncia la “Ley Contra la Infiltración del Crimen Organizado en
las Autoridades Municipales. Esta nueva ley establecerá el mecanismo
para que la federación asuma el control de los servicios municipales
o, en su caso, se disuelva un ayuntamiento cuando existan indicios
suficientes de que la autoridad local está involucrada con la
delincuencia organizada.” Con esta ley se reconoce que los mandos
municipales del Estado están siendo penetrados con facilidad por las
bandas de marcos. La pregunta que surge en automático es: ¿el narco
no penetra a los niveles medios y altos del aparato estatal? Decir
que no parece muy difícil, pero nada se dice al respecto. En todo
caso, interesa subrayar que se busca subsanar un deterioro grave: la
voluntad estatal, en cierto nivel, desaparece. En este contexto, no
se debe olvidar que un rasgo sustantivo, absolutamente esencial, del
aparato estatal burgués, reside en su estructuración burocrática,
en la cual las órdenes del mando viajan desde arriba (la cúpula)
hacia abajo. Si esto no tiene lugar, más tarde o más temprano, el
aparato estatal se desintegra. En este sentido, la duda sería: ¿se
trata de recomponer la verticalidad del mando y la centralización
del caso o arrinconar al narco? Y demás está indicar: las
autoridades municipales, con el garrote de esta ley sobre sus
cabezas, se transformarán en disciplinados ejecutantes de las
órdenes superiores. Con lo cual, la disociación entre la voluntad
estatal y los segmentos populares se ahondará aún más. Lo que se
puede deducir es el aumento de la centralización estatal y de su
componente autoritaria.
2.-
Impulsar el
desarrollo regional.
El segundo aspecto importante
se refiere al despliegue de una política especial destinada a sacar
del atraso a regiones como Guerrero, Oaxaca y Chiapas. Se indica que
“la gravedad de la situación nos debe llevar a innovar y a
proponer lo que nunca se ha intentado. Es necesario crear nuevos
polos de desarrollo industrial en esta región para crear empleos
formales y bien remunerados. Por ello, por primera vez en nuestra
historia propongo que se establezcan tres zonas económicas
especiales en la región más atrasada del país (...) una zona
económica especial es un área en la que se ofrece un marco
regulatorio e incentivos especiales para atraer empresas y generar
empleos de calidad”.
La propuesta parte de un
diagnóstico: “hoy existen dos Méxicos. Uno inserto en la economía
global, con crecientes índices de ingreso, desarrollo y bienestar. Y
por el otro lado, hay un México más pobre, con rezagos ancestrales
que no han podido resolverse por generaciones.” Se indica que en
los últimos 20 años el PIB por habitante se eleva 40% en el polo
“desarrollado” y en polo atrasado no se ha movido. El panegírico
del polo “desarrollado” llama la atención. Las cifras se
presentan para provocar una imagen que no es correcta. Si la llevamos
a tasas anuales (que es lo pertinente), tenemos que el PIB por
habitante crece al 1.7% anual en las regiones de mayor ingreso. Cifra
que para nada es espectacular. Si le sumamos un crecimiento
poblacional del orden del 1.4-1.5% llegamos a una tasa anual del
3.1-3.3 % del PIB global de la región “avanzada”, un ritmo de
expansión bastante mediocre (equivale a la mitad del experimentado,
a nivel del país total, en el período 1940-1980). También se debe
subrayar: el mensaje deja de lado la brutal desigualdad en la
distribución del ingreso que provoca el estilo económico (en el
mismo polo “avanzado”) que se alaba.
En la propuesta hay un punto a
subrayar: se reconoce, implícitamente, que el atraso no se supera
con cargo a la espontaneidad del mercado. Más bien se agrava. Por lo
mismo, se necesita de una fuerte e inteligente intervención estatal
para avanzar en la solución del problema. Lo que de hecho se empieza
a reconocer cuando se señala la necesidad de “políticas
especiales”. Que algo tan elemental se reconozca después de
treinta años es bastante lamentable y no refleja una particular
agudeza intelectual. Ni modo: los neoliberales son tercos como mula
en sus dogmas y sólo con el agua al cuello aceptan alguna
corrección.
El
propósito gubernamental suscita algunas interrogantes: a) sin
cambiar las políticas globales, ¿pueden tener éxito tales o cuales
políticas regionales? b) ¿el atraso de algunas regiones es
independiente del desarrollo de otras? Lo que la experiencia muestra
es lo contrario: el atraso de tales o cuales regiones para nada es
independiente del desarrollo de otras. De hecho, suele ser causado
por un estilo de desarrollo en que unas crecen y las otras se
degradan; c) si se reconoce que el atraso sólo se puede superar con
una regulación estatal muy activa, ¿por qué no aplicarla al país
en su conjunto? El neoliberalismo ha generado miseria y atraso en el
país. Hoy, en términos relativos, México es menos que hace 40
años. Entretanto, países que regulan con fuerza su economía, como
Corea del Sur, China o India, se han desarrollado con singular
velocidad.
El
afán puede encontrar obstáculos mayores. Las franquicias fiscales y
las obras de infraestructura como carreteras, puentes y puertos, no
bastan para generar desarrollo industrial. Lo que pudiera darse es la
expansión de la exportación de materias primas y bienes primarios
con bajo valor agregado y escasos efectos de arrastre. El capital
privado, nacional y extranjero, que busca ganancias altas y seguras,
difícilmente se va a arriesgar en crear plantas industriales que no
sean simples maquiladoras (ni siquiera lo hace en el norte del país).
La deducción es conocida: en un primer período es el Estado el que
debe impulsar empresas industriales capaces de vencer la inercia
anti-industrializante que opera en las regiones pobres. La
experiencia al respecto es contundente: si no lo hace el Estado, el
sector privado nada resuelve. Y es sólo a partir de la consolidación
de un bloque de empresas industriales (no de una o dos), en lo
posible integradas, que emerge el crecimiento sólido. Luego, con
empresas prósperas y rentables, el Estado las pasa a vender al
sector privado. Tal es la experiencia histórica conocida en el
capitalismo: el Estado funcionando como “disparador” del
crecimiento. Al respecto, el dogma neoliberal sobre la prescindencia
estatal, puede dificultar muy seriamente los propósitos que se
anuncian.
Un
segundo problema es el del financiamiento de los programas. No bastan
aquí los incentivos fiscales. Tampoco la generación de economías
externas que favorezcan las ganancias capitalistas. El Estado, amén
de generar infra-estructura, debe impulsar directamente el desarrollo
de empresas industriales y de los centros de capacitación de la
fuerza de trabajo (gerencial y de mano de obra) que tales procesos
exigen. Para la industrialización, valga recordar el ABC, no bastan
las matemáticas financieras que tanto le gustan al capital
financiero especulativo. Se necesita de sólidos conocimiento en
ciencias básicas: física, química, biología. En términos
generales, se puede prever que un programa de desarrollo regional
sólido exige un financiamiento público elevado. Lo cual, a su vez,
exige elevar la carga tributaria al segmento más rico de la
población. Amén de que el Gobierno tiembla ante el alegato de los
ricos, las exigencias son del todo ajenas a los dogmas neoliberales
de gasto público mínimo y de presupuestos fiscales cerrilmente
equilibrados. Además, opera un dato que será fundamental: la caída
de los ingresos petroleros y el escaso o nulo crecimiento de la
economía mundial (Europa, Japón, EEUU) va a provocar una tendencia
muy seria al crecimiento cero o negativo, del PIB nacional y de los
ingresos públicos.
¿Podemos
ensayar alguna conclusión?
Pensamos
que pasadas las primeras semanas o meses de fanfarrias, las
dificultades se irán acentuando y los resultados serán muy
diferentes a los anunciados.
A
futuro, se puede esperar una tendencia al aumento del descontento
popular, especialmente a nivel de los jóvenes. Con las oscilaciones
al alza o a la baja que es propia de los movimientos de tipo
espontáneo con bajo nivel de organización. Por el lado de los de
arriba, también habrá una tendencia a elevar la violencia estatal
como mecanismo de dominación. A veces localizada y puntual, en otras
más amplia. El segmento más represor (y ortodoxamente neoliberal)
siempre presionará por endurecer y ampliar la represión abierta. El
“reformista” buscará graduarla y acentuar las concesiones. Si
incorporamos el papel del narcotráfico, la situación se torna más
compleja. En todo esto, el factor externo (EEUU en especial) jugará
un papel vital. En su interés estratégico está evitar un México
convulso. Por lo mismo, si en su cúpula impera la inteligencia
estratégica, tratará de evitar la represión generalizada (que
puede incendiar al país) e impulsar algunas concesiones que enfríen
el descontento. No hay aquí ninguna “bola de cristal” que
permita pronósticos seguros. Por lo mismo, antes de gasta tiempo en
elucubraciones pedantes, el pueblo debe acelerar su organización,
solidificar su conciencia y sus filas. Esta, es la única ruta que lo
puede conducir a un mejor futuro.
México
29/11/2014.
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