Registro também o meu Artigo sobre "globalização, futuro do capitalismo e das potências emergentes" no livro "Países emergentes e os novos caminhos da modernidade", publicado pela UNESCO em 2008. Não seria mal também ler o meu artigo sobre "unipolaridade ou hegemonia compartilhada ?" publicado na série de livros sobre hegemonia e contra-hegemonia (volume 1º, co-edição PUC, Loyla, REGGEN, 2003). Podem se localizar também nos textos para discussão da REGGEN: www.reggen.org.br
“Ninguna potencia puede ser hegemónica”
Zbigniew
                  Brzezinski, consejero de seguridad nacional con Carter
                  y sabio de la política
                  exterior, describe un mundo caótico y sin un líder
                  único en una semana
                  complicada para Barack Obama
Marc Bassets Washington 21 JUL 2014 -
                      01:17 CEST4/
              El País
 Zbigniew
                Brzezinski, exconsejero de Seguridad de EE UU. / m. ngan
                  (getty)
Cuando
                trabajaba junto al presidente Jimmy Carter,
              Zbigniew
                  Brzezinski le
                recomendaba un ejercicio inusual en
                políticos norteamericanos: plantarse ante el mapamundi y
                reflexionar con la
                vista más allá del día a día, con la “visión estratégica” que da título a su libro más reciente.
“En mis
                días yo miraba mucho el mapa y con frecuencia animaba al
                presidente a que
                mirásemos juntos al mapa y discutiésemos”, recuerda
                Brzezinski en su
                despacho del Centro de
                  Estudios Estratégicos e Internacionales
                  (CSIS), el laboratorio
                de ideas en Washington donde
                trabaja. En el despacho, claro, tiene un mapamundi.
Brzezinski
                (Varsovia, 1928) mantiene la capacidad para observar el
                mundo —el
                mapa— a vista de pájaro. Y lo que ve no le gusta.
El jueves
                recibió a EL PAÍS cuando acababa de conocerse la noticia
                del derribo un avión
                comercial en Ucrania y a unas horas para que Israel
                lanzase una operación
                terrestre en Gaza. En el ritmo desbocado de la
                información continua, por unos
                minutos el mundo pareció fuera de control y el
                presidente de EE UU, Barack
                Obama, un bombero desbordado por incendios
              incontrolables.
Sobre el
                conflicto israelopalestino, Brzezinski, que participó en
                la negociación de los
                acuerdos de Camp David entre Israel y Egipto en 1978,
                dijo: “Debemos
                afrontar el hecho de que una parte es muy débil, los
                palestinos, y una parte es
                muy fuerte, los israelíes, y por tanto se requiere más
                persuasión con los
                israelíes”. “Sin duda”, añadió, “tenemos mucha
                capacidad de influencia con Israel, porque le damos
                mucha ayuda económica y
                militar, y sentimos una gran simpatía por su pueblo”.
Las
                consecuencias de la caída del avión de Malaysia Airlines
                “podrían ser
                enormes, en particular si resulta que los rusos
                suministraron el arma o la
                dispararon ellos”, dijo Brzezinski. “Pero todavía no lo
                sabemos”.
El día
                siguiente, viernes, cuando Obama había señalado a los
                rebeldes prorrusos
                —e, indirectamente, a sus patrocinadores en Rusia— como
                responsables del ataque, Brzezinski envió un mensaje
                electrónico: “Los
                responsables por el ataque a la aerolínea deberían ser
                juzgados ante el
                Tribunal Criminal Internacional, y su patrocinador
                debería pagar a las
                víctimas”.
Con su coetáneo
                Henry Kissinger, Zbig —como le llaman quienes lo
                conocen— es el
                último sabio de la política exterior norteamericana.
                Como Kissinger, nació en Europa
                y vivió el sueño americano. Con Kissinger, ha sido el
                más brillante y
                seguramente el más influyente Consejero de Seguridad
                Nacional de la Casa
                Blanca, que asesora al presidente en materia de política
                exterior y defensa.
                Ejerció el cargo entre 1977 y 1981.
Brzezinski está
                acostumbrado a las crisis: le tocó afrontar la caída del
                Sha en Irán y la
                invasión soviética de Afganistán en un tiempo en que,
                como ahora, se hablaba de
                declive de EE UU y de un presidente débil que invitaba a
                los rivales a sentirse
                fuertes. Entonces era Carter; ahora, Obama. Ambos,
                demócratas.
Zbig ve un mundo
                desencuadernado y sin líder: EE UU debe
                conformarse con intentar reducir, en cooperación con
                otros países, los riesgos
                que entrañan los nuevos desequilibrios internacionales.
“El mundo hoy está
                tan despierto, tan activo
                políticamente, que ninguna potencia puede ser
                hegemónica”, dice. “La
                responsabilidad de América en este caos debe ser
                compartida con cualquiera que participe en él. El caos
                no es producto de un
                solo país. El orden, tampoco”.
A la pregunta
                sobre si EE UU debería aspirar a poner orden,
                contrarresta: “La manera
                que usted tiene de pensar es muy tradicional: que una
                potencia puede dictar las
                respuestas, o resolver los problemas, o imponer su
                modelo. Mi argumento es
                simple: no vivimos en una
                  era en la que el dominio
                  imperial del mundo sea una opción realista”.
Conversar con
                Brzezinski es someterse a un combate dialéctico. Jimmy
                Carter siempre ha dicho
                que Zbig era su vecino de asiento favorito en los viajes
                de larga distancia.
                “Quizá nos peleábamos, pero nunca me aburría”, ha
                escrito.
¿EE UU en
                retirada? “No creo que América se esté retirando del
                mundo. Si se miran
                las estadísticas, probablemente esté más implicada en el
                mundo que cualquier
                otro país: la economía y las finanzas, la información,
                los viajes, lo que
                sea”.
“Es una
                nueva era, es diferente”, dice en otro momento.
                “Napoleón podía
                soñar en el dominio global. Y después, con la revolución
                industrial, con el
                ascenso de las potencias modernas, algunos líderes
                tenían planes de dominio
                global. Y después, con el ascenso del comunismo, algunas
                personas pensaban en
                un dominio global ideológico y militar. Y después
                América, cuando logró ser
                dominante, tenía la idea de la democracia brotando por
                doquier”.
Todo esto terminó.
                Vivimos en la era de la complejidad,
                de los claroscuros, y no existen respuestas claras.
El referéndum
                de independencia en Escocia, el próximo septiembre, y la
                iniciativa para
                convocar un referéndum de secesión en Cataluña son,
                según Brzezinski, una
                  prueba más de una realidad “fragmentada,
                  turbulenta, contradictoria, sin una pauta uniforme en
                  una u otra dirección”.
“De un
                lado tenemos la necesidad de Europa: muchas personas
                reconocen que Europa es
                necesaria en el mundo. De otro, tenemos movimientos, en
                Europa, que buscan
                realizar sus aspiraciones étnicas o nacionalista, lo que
                resulta
                contradictorio”.
“Tendremos
                problemas graves con la posibilidad de una secesión
                escocesa, porque disminuirá
                el papel constructivo de Gran Bretaña”, prosigue. “No
                sabemos cómo
                se resolverá la cuestión catalana, pero sin duda
                complicará los problemas de
                España, sus problemas financieros”.
La escalada
                violenta en Irak difícilmente pude atribuirse a una sola
                causa. “Si
                queremos medir de quién es la culpa, quizá fueron los
                británicos y franceses en
                1918”, dice. Él, que se opuso a la invasión
                norteamericana de 2003,
                acepta que la violencia actual es “parcialmente” una
                consecuencia
                de aquel ataque. “Pero no se pueden reducir las
                causalidades históricas a
                acontecimientos aislados porque nos gusten o no nos
                gusten”.
¿Contener el
                ascenso de China en Asia? “¿Qué significa la palabra
                contener?”,
                replica.
“¿Usted
                cree que China intenta dominar otros países?”, dispara.
“China
                está en ascenso. Esto es un hecho”, zanja.
—¿Debe
                aceptarlo Estados Unidos?
—¿Deberíamos
                luchar contra ello? —responde— ¿Deberíamos impedir que
                China
                tuviese más éxito?
Brzezinski
                elogia a Obama por ser “más consciente” que sus tres
                antecesores
                —George Bush padre, Bill Clinton y George Bush hijo, los
                tres presidentes
                de la postguerra fría— de los límites del poder del
                presidente de EE UU.
“Actuar
                de una manera que esté divorciada de las realidades
                complejas que dominan el
                mundo probablemente signifique actuar de una manera
                mucho más peligrosa”,
                avisa. “¿Quiere usted una repetición de 2003, con el
                ataques de Estados
                Unidos a Irak? ¿Para evitar, por ejemplo, el dominio de
                China? ¿Adónde nos
                llevaría? Esta es la clave”.
Barack Obama no
                sería el primer presidente de EE UU que
                ya no lidera el mundo sino el primero consciente de
                ello.

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