Por Dra Emily Morris*
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¿Cuál es el veredicto sobre la economía de Cuba, casi un cuarto de
siglo después de la caída del bloque soviético? La historia que
generalmente se cuenta es sencilla, con un mensaje claro. En ella se
describe una alternancia cíclica de la política gubernamental entre
momentos de capitulación pragmática a las fuerzas del mercado, que eran
responsables de todos los progresos, y los períodos de rigidez
ideológica y la reafirmación del control del Estado, que son
responsables de todas las dificultades económicas [1]. Después de la
disolución del bloque comercial
CAME, los observadores
norteamericanos de Cuba estaban seguros de que la economía socialista
estatal enfrentaría un colapso inminente. “Cuba necesita una terapia de
choque, un cambio rápido a los mercados libres”, declararon. La
restauración del capitalismo en la isla era “inevitable”; cualquier
demora entrañaría no sólo obstaculizar el desempeño económico, sino que
sería infligir graves costos humanos y desacreditar los logros sociales
de Cuba. Dada su obstinada negativa a embarcarse en un curso de la
liberalización y privatización, la “hora final” de
Fidel Castro había,
por fin, llegado. [2] El problema con este razonamiento es que la
realidad ha fracasado visiblemente en cumplir con sus predicciones. A
pesar de que Cuba enfrentó excepcionalmente graves condiciones, sufrió
el peor
shock externo en comparación con cualquiera de los miembros del bloque soviético y, gracias al largo embargo económico de los
EEUU,
ha enfrentado un entorno único hostil a nivel internacional, su
economía ha tenido resultados parejos con otros que pertenecieron al
CAME, ocupando el décimo tercer lugar entre los 27 de los cuales el
Banco Mundial tiene datos completos.
Como muestra la Figura 1,
su trayectoria de crecimiento ha seguido la tendencia general para las
“economías en transición”: una profunda recesión a principios de los
noventa, seguido de una recuperación que demoró alrededor de una década
en restaurar la renta nacional per cápita real a su nivel de 1990,
aumentando aproximadamente el 40 por ciento por encima de ella en 2013. [3]
Producto Interno Bruto real percápita, Cuba y las economías en transición, 1990-2013
No hay duda de que los cubanos han sufrido graves
dificultades desde 1990, pero en términos de resultados sociales, otros
países del CAME lo han pasado peor. Como se muestra en la
Figura 2, la tasa de mortalidad infantil de Cuba en 1990 era del 11 por
mil, ya mucho mejor que la norma del CAME; para el año 2000 se había
reducido a sólo el 6 por mil, una mejora más rápida de lo que muchos de
los países de Europa central que se habían refugiado bajo las alas de
la
Unión Europea. Hoy en día es de 5 por mil, mejor que los EE.UU., de acuerdo con estimados de la
ONU, y muy por encima del promedio de
América Latina.
Datos de esperanza de vida, que se muestran en la Figura 3, dan un
panorama similar: en Cuba, la esperanza de vida se elevó de 74 a 78 años
en el transcurso de la década de 1990, a pesar de un ligero aumento en
las tasas de mortalidad para los grupos vulnerables durante los más
difíciles años de la crisis.
Mientras tanto, en los otros
miembros del CAME, el aumento de la pobreza contribuyó a que se redujera
el promedio de 69 a 68 años.
Hoy Cuba tiene la mayor
expectativa de vida entre todos los ex miembros del bloque soviético, y
entre los más altos de América Latina.
Tasas de mortalidad infantil, países seleccionados, 1990-2010
Esperanza de vida al nacer, países seleccionados, 1990-2012.
La opinión de Miami
Estos resultados han sido pasados por alto en gran medida por los
especialistas principales fuera de la isla, un grupo mayoritariamente
financiado y asentado en los Estados Unidos, y abrumadoramente dominado
por
émigré ‘Cubanólogos’, como se definen a sí mismos, que son
profundamente hostiles al régimen de La Habana. [5] Las principales
figuras desde 1970 han incluido a
Carmelo Mesa-Lago de la
Universidad de Pittsburgh, “el Decano de los Estudios de Cuba” y autor de más de treinta libros; y su frecuente coautor
Jorge Pérez-López,
director de asuntos económicos internacionales para el Departamento de
Trabajo de Estados Unidos, un negociador clave del Tratado de Libre
Comercio de América del Norte (
TLCAN) y a la cabeza por muchos años de la Asociación para el Estudio de la Economía Cubana (
ASCE).
La publicación anual de la ASCE, “Cuba en Transición”, publicada desde
Miami, ofreció una serie de esquemas para la reestructuración de la
economía de la isla siguiendo patrones capitalistas. Como el título de
su revista sugiere, los cubanólogos trabajaron con las suposiciones de
la “economía en transición”, que surgió como una rama de la economía del
desarrollo en la década de 1990 para gestionar la apertura de los
antiguos países del CAME al capital occidental. Este modelo, a su vez se
basó en el marco del
Consenso de Washington, que había cristalizado alrededor de las reformas neoliberales impuestas a países de América Latina por el
FMI y el
Banco Mundial en
los 1980s. [6] Sus prescripciones de políticas centradas en la apertura
de la economía a los flujos mundiales de capital, la privatización de
activos estatales, la desregulación de precios y salarios y recortes al
gasto social, el programa implementado a través de Europa central y
Oriental, así como gran parte de la antigua Unión Soviética, por
tecnócratas y asesores del
FMI, el
Banco Mundial, el
BERD (Banco Europeo de Recuperación y Desarrollo), la
USAID y otras instituciones internacionales. Entre los líderes en este campo estaba el libro de
János Kornai declaradamente hayekiano
El camino hacia una economía libre (1990);
en unos años una industria floreciente sobre la “transición” se habría
desarrollado, e incluía como un axioma que había una sola ruta a seguir,
desde la economía socialista planificada estatal al capitalismo de
libre mercado. La resistencia no sólo era inútil, sino costosa, y las
reformas parciales estaban “condenadas al fracaso” [7]. Cuando los
“países en transición” cayeron en recesión a partir de 1990, sus
dificultades fueron atribuidas a la tibieza de sus élites políticas:
“velocidad y escala” eran la esencia; era imprescindible aprovechar la
“política extraordinaria” del período [8], poner más énfasis en las
instituciones y la “buena gobernanta”. A finales de los 1990s, varios
factores habían dado lugar a una modificación de la ortodoxia de la
“transición”. En primer lugar, la estabilización de los regímenes
pro-occidentales en la mayor parte del ex bloque soviético disminuyó el
sentido de la urgencia política. En segundo lugar, el contraste entre la
fuerte contracción de las economías ex CAME privatizadas y los
resultados decepcionantes de los programas de ajuste estructural en
América Latina y África, y en pleno auge el desarrollo dirigido por el
Estado en
China y los países de reciente industrialización de Asia oriental eran demasiado evidentes para ser ignorados.
Y así surgió el Post-Consenso de Washington.
Los economistas de la transición se quedaron detrás de sus colegas del
desarrollo en hacer este cambio, pero con la llegada del nuevo milenio
un libro de texto influyente reconoció la divergencia ‘humillante’ entre
sus predicciones y los resultados reales; los estudiosos de transición
pasaron a desarrollar su propio Post-Consenso Washignton.[9] Pero aunque
ahora había menos énfasis en la velocidad de la reforma, el “progreso
en la transición” era todavía considerado la principal explicación para
el éxito económico y los problemas fueron atribuidos sistemáticamente a
la insuficiente liberalización. Los principales cubanólogos se unieron
en gran medida al modelo del Consenso de Washington. Hicieron
responsables a las “características anti-mercado” de la política cubana
por la profunda recesión de 1990-1993 y las privaciones del Período
especial; a los factores externos se les dio importancia secundaria. De
acuerdo con la crítica de las reformas parciales, Mesa-Lago atacó las
medidas de Cuba en 1994 como que eran “a medias” y
“medio-cocinadas”.[10] La explicación habitual de la política cubana es
muy simple: es el resultado del “dogmatismo obstinado” de su Presidente,
su “aversión a la reforma del mercado, su voluntad de aplastar a los
que se le oponen y llevar a toda la nación junto a él en su oposición”.
Unos pocos comentaristas diseminaron la culpa un poco más en general:
Rubén Berríos la emprende contra líderes envejecidos y rígidos burócratas, aferrándose a los viejos hábitos;
Mauricio de Miranda Parrondo ve
una resistencia a la reforma por parte de toda la capa gobernante. El
fracaso total [11] por no aplicar políticas de “transición” ha dejado a
la economía cubana en quiebra o, más recientemente, la convirtió en una
mera dependencia de
Venezuela.
Visión desde La Habana
El eje Pittsburgh-
Miami tiende a pasar por alto dos aspectos
importantes en los cuales la experiencia de los cubanos difería de las
de las poblaciones ex CAME en Europa Central. En primer lugar, los
recuerdos de la extrema pobreza y la privación asociada con el sistema
pre-comunista, junto con la fuerza relativa de los logros de Cuba en
materia de salud y educación antes de 1989, los habían dejado con menos
apetito por la reforma radical de libre mercado. En segundo lugar,
mientras que el sentimiento nacionalista en Europa Central podía abrazar
la “transición” como la liberación de la dominación rusa, en Cuba
popularmente se percibía como una amenaza a la soberanía nacional que
emanaba del depredador histórico, los EE.UU. Este es el panorama en el
que los economistas cubanos y los políticos están trabajando.[12]
Los
consejeros y funcionarios no hablan en términos de “transición”, sino
más bien de ‘ajuste’-respuesta a un cambio radical en las condiciones
externas, dentro de los parámetros establecidos por la ideologia
socialista y nacionalista. Esto implica un marco político más
flexible que el rechazo rígido, impulsado por la ideología, a la reforma
representada por los cubanólogos. Los economistas y los responsables
políticos expresaron por igual estos parámetros en términos de
principios, en vez de dogmas marxistas-leninistas o una “línea del partido”.
Estos principios invariablemente incluyen la defensa de la soberanía nacional, la preservación de los logros de la Revolución -las ganancias o logros en educación, salud, equidad social y empleo pleno, con frecuencia mencionados simplemente como los logros- y
manteniendo la “ética revolucionaria” la cual ha incluido una fuerte
postura oficial contra la corrupción y la oposición a la ostentación. [13]
Los
debates internos sobre la política económica han sido en gran medida
invisibles para los observadores extranjeros, incluyendo los cubanólogos
con sede en Estados Unidos. En parte, esto se debe a lo
cerrado del proceso político en Cuba y el control estatal sobre los
medios de comunicación, dejando a muchos comentaristas externos depender
de rumores; mucho de lo que llega a los EE.UU. se deriva de informes
selectivos por parte de grupos disidentes, financiados ya sea por parte
de organizaciones de emigrados o los programas norteamericanos, y que
sirven principalmente para confirmar prejuicios preconcebidos. Los
complejos procesos de discusión, formulación de políticas y adaptación,
en el que las preferencias de los líderes no siempre prevalecen, se han
cerrado a los extranjeros. Además de las rondas constantes de las
reuniones en el barrio, niveles regionales y nacionales estructurados
por el sistema de Poder Popular, ha habido debates entre los economistas
que alimentan los debates políticos. Los investigadores del Centro de
Estudios de la Economía Cubana (CEEC), el Centro de Investigaciones
Sobre la Economía Internacional (CIEI), el Centro de Investigaciones de
la Economía Mundial (CIEM), el Instituto Nacional de Investigaciones
Económicas (INIE) en el Ministerio de Economía y Planificación, y, hasta
1996, el Centro de Estudios de América (CEA) han participado en
seminarios periódicos con los responsables políticos, identificando las
debilidades del sistema actual y debatiendo soluciones para ellas. Los
grupos de trabajo establecidos por un programa de investigación de la
Universidad de La Habana examinaron diferentes modelos de socialismo y
su aplicación a Cuba; problemas a nivel económico sectorial; propuestas
de reforma de la gestión de la empresa; y las implicaciones, tanto
políticas como filosóficas, del fin del bloque soviético. Sus escritos,
publicados en
Economía Cubana: Boletín Informativo del CIEM, C
uba: Investigación Económica del
INIE y en otros lugares tienden a adherirse a los estilos oficiales de
discurso, lo que puede oscurecer su significado para los observadores
externos; importantes perspectivas analíticas pueden ser enterradas
entre pesadas consideraciones históricas, citas de discursos y elogios a
los líderes por sus logros hasta el momento. El vocabulario también es
familiar: en lugar de la jerga del
FMI, los economistas cubanos
se refieren a la “adaptación”, “actualización”, el “uso de mecanismos de
mercado”, el’ “ajuste” de los precios administrados, la
descentralización de “medidas ” y los procesos económicos emergentes.
Leer esto a través de la transición o de
los-espejuelos-rotos
de los cubanólogos, no equivale a ningún debate en absoluto, y confirma
su sospecha de que la política está determinada totalmente por capricho
presidencial. [14] Hay, por supuesto, una serie de comentarios fuera de
la isla que se van fuera de la corriente; aquí se pueden distinguir tres
enfoques. Primero, simpatizantes del régimen o apologistas, que
contrarrestan la tendencia negativa de los cubanólogos dando un brillo
muy positivo a la realidad cubana. En común con el consenso, presentan
la posibilidad de elegir entre desafío o transición al capitalismo, pero
celebran lo primero y lamentan cualquier apertura al mercado como
“rendirse a lo inevitable’.[15] Un segundo grupo podría ser descrito
como amigos críticos: son más positivos acerca de los objetivos de los
políticos cubanos, y más dispuestos a reconocer los problemas que
enfrenta el país; pero al igual que los cubanólogos, vinculan el
progreso de la “transición” al desempeño económico y sostienen que el
insuficiente “cambio sistémico” es el culpable los problemas de
Cuba.[16] Por último, un pequeño número de economistas han tratado de
analizar el desarrollo de Cuba en sus propios términos, sin
elucubraciones teológicas, en una perspectiva comparada. Sobre la base
de estas investigaciones, José Marzo-Poquet ha sugerido que la política
económica cubana puede ofrecer una alternativa a la de los países en
“transición”, una que sea evolutiva y de carácter experimental; Claes
Brundenius, comparando sus fortalezas y debilidades con las de
Vietnam y
China, así como las de los países del Este y centro de Europa, llega a
la conclusión provisional de que se puede producir “una economía de
mercado con características cubanas”. [17] Dada la comparación implícita
en los comentarios tradicionales entre el curso de Cuba y los de las
“economías de transición”, es notable que los estudios comparativos de
ellas realmente son relativamente raros. En parte, esto puede deberse al
problema de la identificación de los conjuntos de datos proporcionales,
pero también refleja una tendencia general entre los cubanólogos para
centrarse exclusivamente en su isla natal. [18] Al mismo tiempo, los
principales economistas de “transición”, que hacen un amplio uso de los
marcos comparativos -uno de sus puntos fuertes- tienden a concentrarse
en Europa del Este y central, la antigua Unión Soviética, o los
contrastes Rusia-China, haciendo caso omiso a la luz que el curso
distinto de Cuba podría aportarles. Lo que sigue, entonces, será una
narración analítica, trazando la evolución de la política de ajustes,
desde la gestión de crisis hasta la estabilización, la reestructuración
de Cuba y la más reciente ronda de reformas, bajo
Raúl Castro, en
sus perspectivas comparativas.[19] Su objetivo no sólo es poner de
relieve los problemas de las interpretaciones existentes, sino
contribuir a un debate más fructífero de la trayectoria de Cuba y, más
en general, para volver a abrir la cuestión de las estrategias de
desarrollo alternativo para los pequeños países en un mundo globalizado.
I. Sorteando la crisis
De todos los países del bloque soviético, Cuba fue particularmente vulnerable a la caída de la URSS.
Había sido prácticamente obligada a entrar en relaciones con el CAME,
al cual se unió en 1970, debido al embargo norteamericano, impuesto por
Kennedy en 1962 tras el fracaso de la invasión militar apoyado por la
CIA el
año anterior, lo que cortó las relaciones con su antiguo socio
comercial. Durante los años 70 y 80, Cuba se había vuelto cada vez más
dependiente de la URSS en el comercio y las finanzas. La economía se
había vuelto muy dependiente de las exportaciones de azúcar, porque Cuba
recibió un precio preferencial -$ 0,42 por libra en el inicio de los
años 90, en comparación con un precio en el mercado mundial de $ 0,09.
Las importaciones ascendían a 40 por ciento del PIB incluido el 50 por
ciento del suministro de alimentos de la isla, el 90 por ciento de su
petróleo y los insumos esenciales para la agricultura y la manufactura;
un déficit comercial de $ 3 mil millones fue financiado por la Unión
Soviética en términos generosos. Después de los intentos de convertir
los acuerdos del CAME en comercio en divisas en enero de 1990, los
acuerdos bilaterales con la URSS se rompieron por completo en el año
1991. [20] Alimentos, combustible e insumos dejaron de llegar. La escala
de este choque externo es evidente a partir de los datos comparativos
sobre los ingresos de exportación, crédito externo y la capacidad de
importación. En el caso de Cuba, los ingresos de exportación fueron
golpeados con particular dureza, dependiente como era de los precios
inflados del azúcar y con oportunidades excepcionalmente escasas para la
diversificación a otros socios comerciales. En la mayoría de los
antiguos países del
CAME, los ingresos de exportación habían casi
recuperado su nivel de 1990 para 1993; en el caso de Cuba, eran el 79
por ciento inferiores pues habían bajado de $ 5.4 mil millones a $ 1.2
mil millones. La Habana también fue golpeada más fuertemente en términos
de financiamiento externo. La dureza del golpe se vio agravada por la
pérdida repentina del crédito externo y la falta de nuevas fuentes de
financiación. Mientras que los “países en transición” disfrutaron del
apoyo del
FMI, el Banco Mundial y el BERD para ayudar con su
ajuste posterior al CAME, las sanciones de Estados Unidos significaban
que no había ese tipo de asistencia para Cuba. El total de los préstamos
oficiales netos a las “economías de transición” para 1991-1996
ascendieron a 112 dólares per cápita, mientras que para Cuba la cifra
era de $ 26. [21] Con la Oficina de Control de Activos Extranjeros (
OFAC)
de EE.UU., que amenaza las instituciones financieras de terceros países
con el enjuiciamiento por relaciones con La Habana, el acceso de Cuba
al crédito comercial durante la crisis también era extremadamente
limitado. El resultado del colapso de los ingresos por exportación y el
crédito externo fue una contracción aguda de la capacidad de importación
de Cuba, incomparable con cualquier otro país post-CAME. Entre 1990 y
1993, una disminución del 70 por ciento en el gasto de las importaciones
redujo la relación importaciones/PIB de Cuba desde alrededor del 40 por
ciento, uno de los más altos del grupo, al 15 por ciento, una de las
más bajas, de acuerdo con el BERD. En 1993, Cuba tenía menos dinero
disponible para cubrir sus necesidades totales de importación de lo que
había gastado en 1990 solo en combustible y comida. Al mismo tiempo, los
intentos de Cuba para la reconstrucción de los ingresos de divisas
fueron obstruidas por las sanciones norteamericanas, que bloquearon el
acceso no sólo a los mercados de Estados Unidos, sino también a los
préstamos o la ayuda al desarrollo de la mayoría de las instituciones
multilaterales, al tiempo que financiamientos comerciales eran más caros
y difíciles de conseguir. Como resultado de ello, Cuba se enfrentó a
las más duras restricciones de divisas que cualquier país del antiguo
CAME; esto limitó la inversión y el crecimiento, y dejaron la economía
excepcionalmente vulnerable a los cambios en los términos de intercambio
o fluctuaciones en las cosechas.
Medidas de emergencia
Las aseveraciones de los cubanólogos sobre que las características
endógenas fueron las responsables de la severidad de la contracción de
1990-1993 es ignorar el impacto extraordinariamente grave del colapso
del CAME. Viendo sólo una opción entre la transición o la rigidez, ellos
han caracterizado la política del gobierno después de 1990 como una
mera extensión de su estrategia de rectificación “anti-mercado” de 1986,
delc
proceso de rectificación -serie de medidas adoptadas
para hacer frente a la desaceleración de los 1980s sufrida por todos los
países del CAME- incluyendo una campaña anti-corrupción- poniendo
frenos a los mercados agrícolas, invirtiendo en el turismo y los
negocios conjuntos. La Habana fue acusada de no “tomar medidas para
hacer frente a la profunda crisis económica”. [22] Sin embargo, para
enfrentar la crisis externa de 1990 a 1991, el gobierno cubano no hizo
nada.
Las medidas de emergencia se adoptaron con rapidez para
dirigir rápidamente los recursos que se agotaban a las prioridades
económicas y sociales. De hecho, la gravedad del golpe hizo
imposible la continuidad: con insumos que no llegaban, el plan económico
dejó rápidamente de funcionar.
En lugar de embarcarse en un
proceso de liberalización y privatización al igual que sus antiguos
socios del CAME, sin embargo, el enfoque cubano conservó, e incrementó,
sus activos institucionales existentes. Estos incluyen no sólo
el estado de bienestar, los controles de precios, el monopolio del
intercambio internacional y la propiedad nacional de los medios de
producción, sino también una capacidad para una respuesta colectiva
dirigida por el Estado que se benefició de una larga tradición de
galvanizar el apoyo voluntario a través de la movilizaciones masivas y
un proceso político que podría recurrir a los mecanismos de
participación y debate público. La caracterización de
Fidel Castro de los años de la crisis como un
Período Especial en Tiempo de Paz fue vista por observadores externos como un eufemismo, pero
dentro
de Cuba se entendió inmediatamente como una referencia a los
procedimientos de protección civil establecidos en caso de desastre
natural o un ataque de Estados Unidos. El Ejercicio de Defensa
Económica de 1990, en que se cortaron los suministros de electricidad y
agua por períodos cortos, para ensayar respuestas colectivas de
emergencia relacionadas con las fábricas, las oficinas, los hogares, las
escuelas y los hospitales utilizaron métodos de organización colectiva y
la coordinación de múltiples organismos, similares a las de ejercicios
de preparación para huracanes o de defensa militar. Los mismos tipos de
movilización fueron evidentes a principios del 1991 con el Programa
Alimentario, en el que fueron llamados los agricultores y habitantes de
la ciudad a contribuir a la producción de alimentos; los
Foros de
piezas de repuesto de diciembre de 1991, sobre ideas para el reciclaje
de máquinas y la sustitución de importaciones; y el Plan energético en
enero de 1992, en el que los hogares, las empresas y las autoridades
locales identificaron maneras de reducir el consumo de combustible.
Los
esfuerzos de Cuba para mantener el empleo y el estado de bienestar
durante la crisis, y para asegurar que se atendieran las necesidades
básicas, estaban otra vez en fuerte contraste con los países en
“transición”, donde el desempleo oficial se había disparado a un
promedio del 20 por ciento en la década de 1990. [23] En Cuba,
donde el 98 por ciento de la fuerza laboral oficial era empleada por el
estado, el número total de puestos de trabajo en realidad aumentó en
40.000 entre 1990-1993 y la tasa oficial de desempleo cayó de 5,4 a 4,3
por ciento [24] -incluso mientras la economía se contraía en un tercio,
fueron abandonados los proyectos de inversión, las asignaciones de
combustible y el transporte se recortaron, se redujo la semana laboral
(de 5,5 a 5 días), y las fábricas cerradas o operadas en horarios
severamente reducidos. Un Decreto del Ministerio de Trabajo y Seguridad
Social en abril de 1991 aseguró formalmente la seguridad del empleo,
estipulando que los trabajadores despedidos debido a la falta de insumos
se mantendrían en la nómina y recibirían dos tercios de su salario
hasta que fueran reasignados. La responsabilidad del Estado de
garantizar las necesidades básicas significaba que el costo adicional de
mantener a los trabajadores empleados en esta forma, en lugar de las
prestaciones por desempleo, fue relativamente bajo.
La seguridad alimentaria básica se mantuvo en condiciones de escasez aguda durantelos inicios de los 1990s. El
acopio,
cuerpo de distribución estatal, adquirió la comida de los almacenes de
importación y granjas cubanas y canalizó los suministros a través del
sistema de racionamiento de alimentos y otras redes, como las
vías sociales,
que proporcionaron alimentos gratuitos o subsidiados a los lugares de
trabajo, escuelas y centros de salud. Gracias a los precios fijos del
sistema de racionamiento, el costo per cápita de satisfacer las
necesidades básicas de alimentos, alrededor de 40 pesos al mes, se
mantuvo por debajo de la pensión mínima de la seguridad social de 85
pesos mensuales. [25] Al principio de la crisis, las tiendas estatales
que habían vendido los alimentos fuera del racionamiento -
por la libre-
a precios más cerca de los niveles del mercado, se cerraron. [26] El
Programa Alimentario promovió el auto-aprovisionamiento local y la
experimentación a pequeña escala, incluyendo el uso de la tracción
animal, abonos orgánicos, control biológico de plagas y el cultivo de
tierras marginales. [27]
La descentralización y el debate
Los narrativa de los cubanólogos sobre la rigidez política y
control fuertemente centralizado tiene poca relación con las formas que
el Estado cubano adoptó a medida que las circunstancias variaban,
incluso durante lo peor de la crisis. La descentralización de
la toma de decisiones a nivel local comenzó dentro del extenso estado
del bienestar a medida que el suministro de alimentos para el sistema de
racionamiento y otras
vías sociales se hizo menos fiable. [28]
La protección social llegó a depender de una serie de organismos
estatales locales, incluyendo el Sistema de Vigilancia Alimentaria y
Nutricional (SISVAN) -que supervisa los niveles de nutrición, asignó
raciones suplementarias y mantuvo redes de apoyo para las madres y los
bebés, con el apoyo de
UNICEF y profesionales de la salud, que
estaban familiarizados con las personas más vulnerables en sus
comunidades. Como parte de este proceso la red de Consejos Populares,
creada en 1991, ayudó en la identificación de los hogares ” en riesgo” y
en la administración de los programas de ayuda. [29] Esta adaptación y
la descentralización de las organismos fue acompañada de una relajación
del control central en la economía en general. Como los suministros no
llegaban, los gerentes de empresas tenían que encontrar soluciones
locales a los problemas; por su parte, el Ministerio de Comercio
Exterior, que anteriormente tenía un monopolio, cedió el derecho sobre
las fuentes de insumos de origen y mercados seguros a cientos de
empresas. [30] Un discurso que rechaza a Cuba como el único estado
“no-democrático” en el continente americano no tiene espacio para el
examen del conjunto de las organizaciones de masas que constituyen su
esfuerzo por crear un sistema “participativo”; pero la historia del
período posterior a 1990 no se puede entender sin referencia a estos
procesos. Los debates nacionales se han puesto en marcha en los momentos
críticos, la participación de las asambleas en toda la isla, abiertas a
todo el mundo -otro contraste con los países del orientales del CAME.
En 1990, cuando la crisis aún se desarrollaba, los preparativos ya
estaban en marcha para el IV Congreso del Partido Comunista de Cuba.
Como se profundizaron los problemas económicos, el ámbito y el alcance
de las discusiones previas al Congreso se ampliaron; miles de reuniones
se llevaron a cabo no sólo en instituciones del Partido, sino también en
el lugares de trabajo y asambleas de las organizaciones de masas.
El
Congreso, que se celebró tan sólo tres meses después de la disolución
final del CAME, produjo una resolución de 18 puntos en la economía que
se convirtió en la primera declaración formal integral del nuevo marco
de la política de Cuba. [31] A diferencia de los programas de
transición elaborados por los otros antiguos países del CAME, con la
ayuda de asesores occidentales, la resolución del PCC no era un modelo
para la liberalización, sino una lista de principios y objetivos
generales; no se anunciaron medidas concretas, ni ningún calendario o
secuenciación. Pero la caracterización de los cubanólogos del texto del
PCC como meramente “anti-mercado” es engañosa. La resolución reiteró el
compromiso con los principios fundamentales de la soberanía y la
protección social, y conservó un marco general de la propiedad estatal;
pero más allá de eso, incluyó una mezcla de liberalización y enfoques
dirigidos por el Estado. Algunos artículos como “desarrollar el
turismo”,” promover las exportaciones “,”minimizar las importaciones “,
“buscar nuevas formas de inversión extranjera”, “controlar el gasto
estatal y el suministro de dinero” -sugirieron una liberalización
parcial en respuesta a las nuevas condiciones internacionales, mientras
que otros- “continuar con el programa de alimentos “, “dar prioridad a
la salud, la educación y el trabajo científico”, “centralizar la
planificación para el beneficio público”, “proteger los logros de la
revolución” – indicaban un rol del Estado todavía extenso. Una reforma
constitucional del año siguiente confirmó el conjunto de las prioridades
sociales, políticas y económicas mientras continuaba la vaguedad acerca
de los detalles de la política.
Ambos documentos revelan un
enfoque heterodoxo y flexible en la política económica, a través de un
proceso de formulación de políticas complejas que -a pesar de que fue
cuidadosamente documentado al menos por uno de los investigadores de los
Estados Unidos en ese momento- fue ignorado en gran medida fuera de la
isla. [32]
II. Desequilibrios y estabilización
Tanto las fortalezas y debilidades de la respuesta política inicial
de Cuba a la crisis son evidentes en las cuentas fiscales. En contraste
con la fuerte contracción del gasto público en los países en transición,
[33] en
Cuba se le permitió al gasto global a subir ligeramente
de 14.2 mil millones de pesos en 1990 a un promedio de 14.5 mil millones
para 1991-1993. Las prioridades del gobierno fueron reveladas en un
mayor gasto en salud (un 19 por ciento) y las subvenciones (de hasta el
80 por ciento), lo que pagó por un aumento del 40 por ciento en el
personal médico y mantener la distribución de alimentos subsidiados.
Estos incrementos fueron parcialmente compensados por fuertes recortes
en Defensa, una baja de un 43 por ciento entre 1989 y 1993, y la
inversión, que se redujo en más de la mitad. Con el
PIB y los
ingresos del gobierno en declive, el déficit fiscal aumentó de 10 por
ciento del PIB en 1990 al 34 por ciento en 1993. El equilibrio
macroeconómico fue claramente una prioridad durante la emergencia
inicial. Los beneficios del gasto deficitario durante la crisis fueron
claros -sirvió para mitigar tanto la contracción y reducir al mínimo el
costo social de la crisis externa. Sin embargo, la política guardó para
después problemas a más largo plazo: en ausencia de financiamiento
externo o cualquier mercado financiero nacional, el déficit fue
totalmente monetizado, dando lugar a una fuerte caída en el valor del
dinero: la tasa del mercado negro se redujo de alrededor de 7 pesos por
dólar en 1990 a más de 100 pesos por dólar en 1993.
Este grado
de depreciación de la moneda no era excepcional entre los antiguos
países del CAME, pero en el caso de Cuba, porque la inflación fue
suprimida por los controles estatales, produjo un patrón único de los
cambios en los precios relativos y los ingresos. En los otros
países ex CAME la liberalización de los salarios, los precios y tipos de
cambio desató espirales de depreciación-inflación-descapitalización que
se tradujeron en fuertes caídas en los salarios reales, sobre todo para
los peor pagados, por lo que la desigualdad de los salarios reales se
amplió rápidamente. [34] En Cuba, la caída en el valor del peso se
limitó a los precios y tipos de cambio en la economía informal; dentro
de la economía formal, dominada por el Estado, la desigualdad de los
salarios reales se redujo en realidad, porque los que estaban en el
extremo más alto de la escala que podían permitirse el lujo de bienes
importados y del mercado negro se vieron de pronto enfrentados a un
aumento brusco de los precios, mientras que para los de los salarios o
beneficios estatales más bajos, que sólo podían permitirse los productos
de primera necesidad a precio fijo, el costo de vida inicialmente se
mantuvo estable. Sin embargo, el declive del peso creó un abismo cada
vez mayor entre los que tenían acceso a la moneda fuerte y los que
dependían de los ingresos en pesos. Las personas que trabajaban en el
sector estatal se hicieron cada vez más conscientes de la brecha entre
sus ingresos reales y los de las personas que operan en la economía
informal en el mercado negro, por lo que los incentivos materiales iban
en la dirección opuesta a los morales. El colapso del valor del peso en
relación con el dólar era también un símbolo de la erosión de la
autoestima nacional cubana, con los que dependían de los salarios en
pesos convirtiéndose constantemente en el pariente empobrecido no sólo
de los de afuera: los
gusanos que habían emigrado a los EE.UU. y la nueva afluencia de turistas, pero también de los ladrones y
jineteros en
casa. También había un abismo cada vez mayor entre la retórica heroica
oficial de la unidad y de la dificultad compartida, y la realidad
cotidiana de la pobreza y la desigualdad -
del dicho al hecho hay un gran trecho como
se decía. La parte más corrosiva del discurso de la ética
revolucionaria fue el hecho de que muchos de los que inicialmente se
negaron a participar en la actividad del mercado negro, o incluso a
comprar en los mercados informales, ahora se vieron obligados a hacerlo.
Su participación reacia que se refleja en el vocabulario de disculpa,
marcó una aceptación involuntaria en que la necesidad de
resolver y
sobrevivir tenía
que anular otras consideraciones. [35] Con el tiempo, este sistema dual
socavó los incentivos al trabajo y la solidaridad social; aumentaron
las presiones para robar, el ausentismo y la corrupción que fueron un
lastre para la economía formal. Entre 1993-1994 hubo imperativos
sociales, económicos y políticos urgentes de acción para restaurar la
estabilidad monetaria: los suministros de alimentos estaban en lo más
precario; la desesperación llevaría a la “crisis de los ‘balseros” ‘y
un motín en la capital, el
maleconazo. A diferencia de los otros países ex CAME, sin embargo, pero en línea con el objetivo de tratar de salvaguardar los
logros,
el gobierno se negó a adoptar un paquete de estabilización de terapia
de choque. Los cubanólogos culparon la caída del peso a esta
“terquedad”, y acusaron al gobierno de negarse a reconocer los
problemas. Pero aunque el discurso oficial cubano continuó refiriéndose a
la disminución en el poder de compra no como inflación, lo que sugiere
una pérdida permanente de la capacidad de compra, sino como ‘escasez’,
el gobierno no estaba negándose. Con las dificultades, que eran agudas
en 1993, siendo compartidas por todos los funcionarios, aparte de la
pequeña minoría que recibía remesas apenas era necesario explicar los
problemas, y los asesores económicos estaban ocupados lidiando con los
retos de la política. [36]
Una serie de reformas fueron
introducidas en 1993-94; dado que eran muy diferentes de las recetas del
Consenso de Washington para la estabilización, fueron obviadas por
inadecuadas por los cubanólogos. Sin embargo, tuvieron éxito en producir
un cambio notable.
El regreso del dólar
Las nuevas medidas no se presentaron como reformas de estabilización,
ni destinadas principalmente para hacer frente a la depreciación
monetaria. Ellos trataron de llevar las actividades del mercado negro al
sector formal, y por lo tanto, elevar la actividad económica y reducir
el déficit fiscal a través del aumento de los ingresos. La primera
medida, en julio de 1993, fue la eliminación de la prohibición de la
tenencia de dólares americanos. Los dólares en lo adelante podrían ser
canjeados por pesos cubanos (CUP) y viceversa, en las transacciones
personales. Hasta entonces, el peso cubano había sido la única moneda
que circulaba dentro de la economía oficial, aparte de un pequeño número
de tiendas de propiedad estatal conocidas como
diplotiendas que
atendían principalmente a diplomáticos, estudiantes extranjeros y los
pocos cubanos, principalmente músicos y deportistas, que habían ganado
dinero en el extranjero. Pero ahora un número creciente de cubanos
estaban recibiendo los dólares ya sea por las remesas familiares o la
obtención de divisas informalmente o ilegalmente a través de la
actividad del turismo. Se suponía que iban a cambiarlos a la tasa
oficial de 1 peso por dólar; pero dado que el valor del peso se había
reducido en ese momento, la mayoría de la gente la estaba usando ya sea
para ir de compras a las
diplotiendas a través de intermediarios,
o en el intercambio en el mercado negro. Con la ampliación del
desequilibrio monetario, la prohibición del uso de dólares se estaba
convirtiendo en inviable: la policía estaba perdiendo el tiempo, se
estimulaba la corrupción menor y creaba frustración entre el creciente
número de cubanos que tuvo que romper la ley con el fin de gastar su
moneda fuerte. A través de la legalización, y con el cambio de divisa,
posteriormente, facilitado por la creación de un peso convertible (CUC)
con un valor a la par con el dólar y el establecimiento de la estatal
Casas de Cambio (conocido como
Cadecas) en 1995, el gobierno
alentó a las remesas como una nueva fuente de divisas que necesitaban
desesperadamente. La medida también impulsó los ingresos fiscales, a
través de impuestos sobre las ventas en las tiendas en dólares, y mitigó
la erosión de la autoridad del Estado causada por sus esfuerzos cada
vez más inútiles para impedir a los cubanos el uso de sus dólares. La
reforma quedó muy lejos de la liberalización de los mercados de divisas
implementadas bajo la tutela occidental en los demás países ex CAME, ya
que sólo se aplicaba a las transacciones personales dentro de la
economía nacional; todas las demás operaciones de tipo de cambio se
mantuvieron bajo el control del Estado. Pero limitada como lo fue en el
alcance y la función, tuvo el efecto de la incorporación del sistema de
doble moneda en la economía formal: la dicotomía ya no era entre el
mercado negro y el sector legal, sino entre el sector de transacción
personal, donde los dólares americanos circulaban y podían ser cambiados
en las
Cadecas al cambio ‘no oficial’ del mercado, luego
alrededor de 100 pesos para el dólar, y el sector estatal, que utiliza
el tipo de cambio “oficial” de la paridad dólar/peso. Al traer la
dicotomía del sistema de doble moneda a la luz pública, las
Cadecas también
cambiaron la forma en que los cubanos entendieron la caída de los
ingresos reales, porque la disminución del peso ya no podía ser negada.
La falta de poder adquisitivo ahora era oficialmente cuantificable como
una cuestión de pobreza y no de escasez, y el abismo entre la minoría
con acceso a divisas fuertes y los que no lo tenían, se convirtió en un
problema de desigualdad en lugar de ilegalidad. Al mismo tiempo, la
tarea de restaurar los ingresos reales y los niveles de vida llegó a ser
vista bajo una luz diferente: ahora el ajuste implicó la necesidad de
restaurar el valor de mercado del peso cubano, lo que significaba que el
desequilibrio monetario tuvo que ser puesto bajo control por la
reducción del déficit fiscal; y el suministro de bienes, especialmente
alimentos, disponibles para su compra en pesos tuvo que ser aumentado.
La segunda medida, introducida en septiembre de 1993, amplió el alcance
de la actividad por cuenta propia bajo el Decreto Ley 141. La gama de
actividades cuentapropistas fue ampliado de 41 a 158, lo que resultó en
un aumento de los registrados como autónomos de alrededor de 15.000 a
finales de 1992 a más de 150.000 en 1999. Esto fue bien recibido por los
cubanólogos como medida de liberalización, pero criticado por su
limitado alcance. Los trabajadores por cuenta propia eran todavía sólo
alrededor del 5 por ciento de la fuerza laboral; las licencias duraban
sólo dos años y tenían que ser obtenidas en la oficina local del
Ministerio de Trabajo; la gama de actividades aprobadas se limitaba
principalmente a los servicios personales. Sin embargo, la reforma abrió
un nuevo camino mediante el establecimiento de un sistema de impuestos
para este tipo de empresas, con una estructura inicialmente cruda, y a
menudo regresiva, de tarifas planas que fue mejorado posteriormente
cuando la capacidad de presentación de informes y recopilación creció.
Consultas
Mientras que la despenalización del dólar y la apertura del trabajo
por cuenta propia se introdujeron por decreto, el gobierno procedió con
más cautela en materia de ajuste fiscal, cuya necesidad fue reconocida
en la Asamblea Nacional en diciembre de 1993.
En lugar de
imponer un paquete de austeridad de recortes de gastos, el gobierno una
vez más puso en marcha un debate nacional y estableció un nuevo proceso
de consulta, los Parlamentos Obreros, para debatir los cambios.
Estos foros fueron convocados en los meses siguientes para considerar
las propuestas de recortes; el paquete final no se introdujo hasta que
sus deliberaciones se completaron, en mayo de 1994.
El retraso
fue incomprensible para los aspirantes a asesores económicos externos de
Cuba, que insistieron en la necesidad urgente de estabilización. Pero el proceso de consulta era importante para el éxito del ajuste.
Sin
duda, tenía sus defectos, pero no era un mero parche a medidas de
reducción de personal que ya se hubieran decidido: algunos de los
recortes propuestos fueron abandonados debido a las objeciones.
Mientras el impuesto sobre la renta fue aceptado en principio, este fue
rechazado para los empleados del Estado; y mientras se acordaron
aumentos grandes de precios para los cigarrillos, el alcohol, la
gasolina, la electricidad y algunos medios de transporte, [37] los de
los bienes básicos se mantuvieron fijos muy por debajo de su costo, sin
tener en cuenta las implicaciones fiscales. También se confirmó que si
se eliminaban puestos de trabajo el proceso debía ser gradual, para
permitirles a los trabajadores despedidos la posibilidad de encontrar
otro empleo.
La participación de los trabajadores en la
elaboración de las medidas de estabilización significaba que a pesar de
que la seguridad del empleo se debilitó, el compromiso de prevenir el
desempleo masivo se mantuvo intacto. La reapertura repentina de los mercados -a
gromercados- anunciada en septiembre de 1994 para los agricultores, en las postrimerías del
maleconazo,
también contribuyó a la estabilización, aunque ese no era su objetivo
principal. Los detalles de las conversaciones entre los líderes del
gobierno no se han hecho públicos, pero la decisión se cree ampliamente
que fue resistida por Fidel Castro, que vio en los agromercados un
“caldo de cultivo para una gran cantidad de males y deformaciones”, y
con el apoyo de Raúl y la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños
(ANAP) con el argumento de que podrían ayudar a aumentar el suministro
de alimentos. [38] Una vez más, los observadores de Cuba en Pittsburgh y
Miami vieron la reforma como insuficiente, ya que representa sólo una
liberalización parcial del mercado de los productos agrícolas: el Estado
sigue desempeñando un papel importante en la distribución de alimentos
para satisfacer su garantía universal de las necesidades básicas. El
sistema de racionamiento se mantuvo en su lugar y los agricultores
estaban siendo obligados a facilitar las cuotas para el
acopio y
sólo podían vender el excedente en los mercados; los nuevos puntos de
venta estaban fuertemente regulados, inspeccionados y sometidos a
impuestos. Oficialmente, los precios se determinan libremente por la
oferta y la demanda, sin embargo, el gobierno trató de frenar eso
mediante la imposición de restricciones a la flexibilidad de los
precios y la subvaloración de ellos en puntos de venta del Estado.
En
conjunto, estas cuatro políticas trajeron una sustancial estabilización
fiscal y monetaria, pero la naturaleza del ajuste contrasta
marcadamente con la de las otras economías ex CAME. La primera
diferencia es que, en lugar de reducir el déficit fiscal mediante la
reducción de los gastos del Estado, como ocurrió en la antigua Unión
Soviética y Europa del Este, el gobierno cubano cerró la brecha
principalmente por el aumento de los ingresos del Estado. Entre 1993 y
1995, los ingresos fiscales nominales aumentaron un 37 por ciento,
mientras que el gasto se redujo en sólo un 5 por ciento. Dos terceras
partes de los nuevos ingresos vinieron del aumento de las ventas en las
tiendas de divisas de propiedad estatal, que ahora se llaman Tiendas de
Recaudación de Divisas (TRD), y el resto gracias a nuevos impuestos
indirectos y tasas.
La segunda diferencia es que los presupuestos de asistencia social cubana se mantuvieron incólumes,
con la reducción de personal limitada principalmente a los subsidios
del Ejército, la administración del Estado y de las empresas. [39] Con
la posesión de un gasto nominal constante ya que el PIB creció, la
relación gasto/PIB del gobierno de Cuba cayó desde un máximo del 87 por
ciento del PIB en 1993 al 57 por ciento en 1997, aunque esto era todavía
mucho mayor que el promedio de “país en transición” de alrededor del 40
por ciento. [40]
De esta manera, Cuba logró combinar la
protección social con la rápida reducción del déficit fiscal, de 5.1 mil
millones de pesos en 1993 a menos de 800 en 1995.
Este
fue un cambio mucho más radical que lo que se consiguió en otras
partes: el déficit fiscal había promediado 30 por ciento del PIB entre
1991 y-1993, en comparación con un promedio de 8.8 por ciento para los
países ex CAME; en 1995 se había reducido a 5,5 por ciento, y se
estabilizó en torno al 3 por ciento a partir de entonces. [41]
Las medidas de 1993-1994 también ayudaron a estabilizar el peso: la
despenalización del dólar atrajo nuevos flujos de divisas, el autoempleo
dio un poco de estímulo a la oferta de servicios, el ajuste fiscal
redujo el déficit público, el gasto monetizado y los agromercados
aliviaron la escasez de alimentos [42] y redujeron precios. [43] A
finales de 1994, la depreciación de la moneda no sólo había sido
detenida, pero parcialmente revertida, con una tasa de alrededor de 60
pesos por dólar: menos de la mitad de su valor de 150 pesos por dólar en
febrero de 1994. En los siguientes 18 meses continuó apreciándose, para
llegar a 18 pesos por dólar a mediados de 1996. Este grado de
consolidación de la moneda no ha sido igualada por los países en
“transición”: mientras que la mayoría tuvieron éxito en detener la
depreciación, ninguno logró un rebote. [44] Sin embargo, a pesar de que
la inflación de Cuba fue puesta bajo control, los desequilibrios
monetarios graves persistieron como el valor del peso, que se mantuvo
muy por debajo de su nivel de 1990. Esto significaba que los salarios y
los precios estatales, que se mantuvieron relativamente estables en
términos nominales, se mantuvieron bajos en relación con las monedas
duras y los precios de mercado. La tasa de cambio infravalorada de
CADECA sirvió como medio de suprimir la demanda de importaciones a
través de las dificultades compartidas durante la próxima década,
mientras que el gobierno se centró en la necesidad urgente de
reconstruir los ingresos de divisas.
La enemistad de EE.UU.
Sin embargo, aun cuando la economía se estabilizó, el entorno externo
se agravó. El embargo comercial impuesto por Kennedy en 1962 había sido
confirmado por sucesivas órdenes ejecutivas en las décadas que
siguieron. Pero en 1992, durante el Período Especial, se endureció por
la
Ley Torricelli. En 1996, la cuerda se tensó aún más cuando Clinton firmó la
Ley Helms-Burton,
el aumento de las penas para las instituciones de terceros países
‘traficando’ con los antiguos activos de Estados Unidos, confiscados
después de 1959; y prohibió la entrada en los EE.UU. a los que habían
trabajado para estas empresas. La prohibición se extendió a los pagos en
dólares procesados a través de la bolsa de New York, incluso si las
transacciones no implicaban ninguna entidad estadounidense. La Ley
obligó a los países que comercian con EE.UU. a certificar que sus
productos no contienen materias primas o intermedias de Cuba. [45]
La importancia dada al principio de la soberanía nacional y la seguridad en Cuba es fácilmente comprensible en este contexto.
Sin embargo, también ha impuesto restricciones perjudiciales en la
discusión interna. El gobierno de [Fidel] Castro respondió a la Ley
Helms-Burton con una ley para ‘reafirmar la dignidad y la soberanía de
Cuba “, que hizo ilegal para cualquier cubano divulgase información, en
particular de economía, que podría socavar la seguridad nacional. Un
resultado fue el cierre de un importante programa de investigación en el
Centro de Estudias de América (CEA) después de que sus investigadores
publicaron el primer análisis exhaustivo del ajuste cubano en inglés.
[46] Este tipo de actitud defensiva -los investigadores se habían
considerado a sí mismos como revolucionarios leales pero críticos– en
última instancia sirvió para debilitar la capacidad de Cuba para
responder creativamente a las condiciones cambiantes
III Reestructuración
Con el embargo de Estados Unidos bloqueando el acceso a la
financiación derramada sobre los otros países ex CAME, Cuba ha tenido
que crear nuevas industrias enteras con recursos extremadamente
limitados. El nivel de la inversión agregada, que se redujo en más del
85 por ciento entre 1990 y 1993, se ha mantenido muy bajo. De acuerdo
con cifras oficiales de ingreso nacional, para el año 2012 todavía era
sólo la mitad del nivel de 1990, con una relación de inversión/ PIB de
alrededor del 10 por ciento, en comparación con un promedio para los
miembros ex CAME de 20-25 por ciento. [47] Con una tasa tan baja de la
inversión agregada, que es aún más sorprendente que la recuperación y el
crecimiento del PIB de Cuba ha estado en línea con la media del “país
en transición”.
Las políticas se han centrado en la mejora de
las reservas de divisas mediante el desarrollo de nuevas industrias de
exportación, lo que reduce la dependencia de las importaciones de
alimentos y de energía, la búsqueda de nuevos mercados y la obtención de
fuentes alternativas de financiamiento externo, todo dentro de las
limitaciones impuestas por las sanciones de Estados Unidos. Su éxito
relativo, en términos del grado de reestructuración alcanzado por el
monto de financiamiento disponible, se puede atribuir a un enfoque
dirigido por el Estado de “elegir solo ganadores¨
Atraer la inversión
Debido a las sanciones, la inversión extranjera directa (IED) ha
ofrecido la más barata, y a menudo la única vía, para Cuba obtener
financiación en moneda dura. También permite a los funcionarios cubanos
mantener conversaciones con los socios extranjeros a puerta cerrada, y
así evitar la atención de la Oficina de Control de Activos Extranjeros.
Se ha enfrentado a desafíos de la sospecha de los inversores, la
renuencia dentro del gobierno cubano -“la Inversión Extranjera no nos
gustaba mucho’, admitió Fidel con ironía en el Congreso del PCC en
1997, antes de pasar a explicar su importancia y la necesidad de adaptar
las estructuras legales, financieras y técnicas de Cuba. Desde 1990, la
política hacia la inversión extranjera directa ha evolucionado para
adaptarse a estas restricciones. [48] El proceso de ajuste de las
actitudes, reglamentos, de contabilidad, de arbitraje, de seguros y de
mano de obra se inició tan pronto como Cuba perdió sus socios del CAME.
Las empresas mixtas con empresas privadas extranjeras se habían
legalizado en 1982, y el primer proyecto piloto establecido en 1988;
pero en respuesta a la necesidad urgente de nuevos acuerdos, cincuenta
habían sido firmado a finales de 1991. Una reforma constitucional de
julio de 1992 redefinió la propiedad estatal obligatoria que se aplica
únicamente a los medios de producción “fundamentales”; una ley de
inversión extranjera en 1995 aclaró aún más el marco regulatorio.
Pero
mientras que el objetivo ha sido el de atraer nuevas inversiones, el
Estado cubano no renuncia al control. Se siguió restringiendo el alcance
de la inversión extranjera directa, cualquier gran transferencia de
activos estatales a la propiedad extranjera requiere que el Comité
Ejecutivo del Consejo de Ministros esté convencido de que sería para
“contribuir a la capacidad económica del país y el desarrollo
sostenible, sobre la base del respeto a la soberanía y la independencia
del país”, al proporcionar capital nuevo, nuevos mercados, la
tecnología o las habilidades, incluyendo la experiencia de gestión. Las
aprobaciones han estado en una base de caso por caso, y en los últimos
años muchas de las propuestas han sido rechazadas, con un proceso de
revisión de la política en curso. Por tanto, las normas se han asegurado
de que la apertura a la inversión extranjera directa haya sido
controlada dentro del sistema de gestión económico estatal-socialista.
La evolución de la política de IED respondió a las circunstancias
cambiantes. A principios de 1990 algunas oportunidades se perdieron,
debido a las demoras o malentendidos; una vez que habían identificado
los problemas, las autoridades trataron de simplificar los
procedimientos para hacer las cosas más fáciles. Para 1997, la capacidad
de importación se había recuperado lo suficiente como para reducir la
necesidad urgente de divisas, mientras que la Ley Helms-Burton disuadía a
los inversores extranjeros. Como resultado no hubo una mayor
liberalización del régimen de IED en el Congreso del PCC de 1997, justo
un espaldarazo al enfoque existente, especificando que el capital debe
buscarse, en particular para la infraestructura, la minería y el
desarrollo energético. Esto fue seguido por un cambio hacia proyectos
más grandes, lo que resulta en la no renovación de los contratos para
los pequeños inversores. Aunque los cubanólogos lamentaron un cambio de
política, la naturaleza esencial de la estrategia de la inversión
extranjera directa se mantuvo sin cambios. Mientras que el número de
acuerdos de empresas conjuntas por año se redujo de alrededor de 40 en
1991-1997 a un promedio de 25 al final de la década, los contratos más
grandes significan que el flujo de entrada neto anual promedio de
capital extranjero aumentó de $ 180 millones en 1993-96 a $ 320 millones
en 1997-2000. Este período también vio la primera parte de la
privatización de los activos cubanos, en 1999 una empresa francesa,
Altadis, tomó una participación del 50 por ciento de Habanos, el
distribuidor internacional de los tabacos cubanos, por 500 millones de
dólares y la primera empresa mixta de propiedad totalmente extranjera,
una planta de energía que costó 15 millones de dólares construida por
una empresa panameña.
A partir de 2001-08, la política de IED
fue de nuevo afectada por el empeoramiento de las relaciones con los
EE.UU. durante la ‘guerra contra el terror’ -Cuba había sido designada
un “estado patrocinador del terrorismo” por la Administración Reagan-con
el aumento del monitoreo y enjuiciamientos. Bush Jr estableció
un Proyecto de Transición en Cuba para planear una Cuba post-comunista
y el Departamento de Estado intensificó los esfuerzos para detectar y
enjuiciar a los violadores de las sanciones norteamericanas,
desalentando el interés de empresas extranjeras. En 2004, Washington
impuso una multa de 100 millones de dólares al banco suizo UBS por la
entrega de un lote de billetes de dólar a Cuba. La Habana respondió
cancelando el uso de dólares en transacciones nacionales, aunque todavía
podrían tenerse y cambiarlos por CUC, con un recargo del 10 por ciento.
Al mismo tiempo, las relaciones de Cuba con Venezuela iban
floreciendo.
Hugo Chávez había sido invitado a Cuba por primera
vez como un líder de la oposición en 1994. Después de la victoria
electoral de Chávez en 1998, y especialmente después de la derrota del
intento de golpe en 2002 y la huelga contra su gobierno, los vínculos
comerciales entre los dos países se fortalecieron, culminando en un
acuerdo bilateral en diciembre de 2004 del intercambio de petróleo
venezolano de 53.000 barriles al día-por servicios profesionales
cubanos, trabajadores de la salud y maestros. Por primera vez desde
1990, Cuba recibió financiamiento significativo en términos
preferenciales, el levantamiento de la inversión y el crecimiento anual
del PIB, que se elevó a un promedio de 10 por ciento en 2005-07. Con
Venezuela, Cuba fue miembro fundador de un nuevo acuerdo comercial, el
ALBA -Alianza
Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América- que llegó a incluir a
Bolivia, Ecuador, Nicaragua y cuatro naciones de las islas del Caribe.
El
promedio anual de crecimiento de los ingresos de exportación se elevó
30 por ciento en 2005-07, un aumento del 9 por ciento sobre la década
anterior. Aunque las estadísticas cubanas sobre los flujos internacionales de capital son muy escasas,
la
evidencia disponible confirma la reestructuración radical de la
producción y el comercio internacional logrado con relativamente escasa
financiación. La IED de Cuba ha sido de sólo alrededor del 1
por ciento del PIB desde mediados de los años 90, en comparación con un
promedio para los países ex CAME en Europa del Este y Central en torno
al 4 por ciento. [49]
La Habana tuvo éxito en conseguir un alto
impacto por cada dólar de inversión de capital mediante la selección de
ganadores y negociar contratos directamente. Sin embargo, el
resultado es que la reinserción de Cuba en la economía mundial ha sido
liderada por sólo un puñado de industrias. Las figuras 4 y 5, a
continuación, ponen de relieve la estrecha base de la reestructuración
económica de Cuba y la recuperación a partir de 1990. La figura 4
muestra las cuatro fuentes principales de crecimiento y el cambio a
partir de 1990: en primer lugar el turismo en la década de 1990, a
continuación, el níquel y la energía, en la pasada década, los servicios
profesionales lideran en la recuperación. Dentro del CAME, el azúcar
había representado el 73 por ciento de todos los ingresos de
exportación; el déficit comercial había sido de alrededor de $ 2 mil
millones.
Composición de los flujos de intercambios externos 1990-2012
Para el 2012, el azúcar representaba sólo el 3 por ciento de los
ingresos de exportación, mientras que las industrias de reciente
desarrollo del turismo, de níquel, de procesamiento de petróleo y de
servicios profesionales ganaban lo suficiente como para producir un
superávit comercial anual de bienes y servicios combinados de más de mil
millones de dólares. La industria del turismo y la minería de níquel se
recapitalización a través de la inversión extranjera directa privada;
el procesamiento de petróleo y servicios profesionales a través del
convenio Cuba-Venezuela de 2004. Esto último ha hecho la mayor
contribución a los ingresos de divisas, de hecho,
las ganancias
de la venta de servicios profesionales a Venezuela han superado las de
todas las exportaciones de bienes combinados desde el año 2005, aunque
el mayor crecimiento desde el año 2008 ha venido de la refinería de
petróleo de Cienfuegos, una joint venture entre las empresas petroleras estatales cubanas y venezolanas.
El sector de la biotecnología, en el que se han concentrado las
esperanzas, ha estado recientemente creciendo a un saludable ritmo -las
exportaciones se duplicaron entre 2008 y 2012- pero, con sólo el 3 por
ciento de los ingresos totales de exportación, aún no ha crecido lo
suficiente como para conducir la economía nacional. Para el año 2012 el
superávit comercial de Cuba (de bienes y servicios combinados), junto
con las remesas que se estima han crecido a alrededor de 2 mil millones,
parecen haber proporcionado suficientes divisas para permitir una
acumulación de reservas internacionales, indicado por el saldo negativo
del estimado “financiamiento externo neto” en la Figura 4.
Tasa de cambio de mercado peso-dólar 1990-2013
La figura 5, que muestra el destino geográfico de las exportaciones,
revela la medida en que el comercio de bienes de Cuba se ha reorientado.
En 1990, el 75 por ciento de las exportaciones se vendieron a los
antiguos países del CAME, pero para 2012 éstos representaron menos del 5
por ciento. Alrededor del año 2000,
Cuba había tenido éxito en
el logro de un grado sin precedentes en la diversificación de sus socios
para la exportación, con Europa Occidental representando el 32 por
ciento del total, los antiguos países del CAME el 27 por ciento y Canadá
el 17 por ciento, Asia el 12 por ciento, y el resto en las Américas,
excepto en los EE.UU., que permanece cerrado a las exportaciones
cubanas, un 10 por ciento. Desde entonces, la dependencia de un
solo socio ha aumentado una vez más: en 2012, Venezuela representó no
sólo el 45 por ciento de las exportaciones de bienes, estos deben ser
productos derivados del petróleo de la refinería de Cienfuegos, pero
también muchos de los servicios no turísticos de Cuba.
IV Las reformas de Raúl
El aumento de los ingresos de divisas en 2005-07 a través del
comercio con Venezuela trajo un alivio muy bienvenido. Pero para el
momento en que Raúl Castro y su equipo habían asumido formalmente el
cargo en 2008, el aumento había terminado. Tres huracanes muy
destructivos y la caída de los precios del níquel a raíz de la crisis
financiera mundial eliminaron el superávit comercial y las reservas de
divisas fueron drenadas, dejando a Cuba incapaz de cumplir con sus
obligaciones de deuda. A pesar de que la protección social siguió
intacta, la oferta de dinero se había estabilizado y la disciplina
fiscal segura, estaba claro que iba a llevar más que la recuperación de
los ingresos de divisas para permitir que el peso cubano volviese a su
nivel anterior y así restaurar el valor real de salarios, prestaciones y
precios. El desequilibrio monetario se había arraigado; la
co-existencia de dos conjuntos de precios, ingresos, tipos de cambio, y
mercados administrados por el estado, bloqueó la integración entre las
economías nacionales y externos, lo que resulta en una estructura
desequilibrada y distorsionada de la producción. En términos reales, los
salarios estatales cubanos se habían mantenido por debajo de su nivel
de 1990 durante muchos años, con la tasa de cambio de CADECA ahora a 24
pesos por dólar, en comparación con la antigua tasa del mercado negro de
7 pesos en 1990 (Figuras 6 y 7).
La desigualdad y los
incentivos perversos persistieron. Sólo una pequeña parte privilegiada
de la población con acceso a divisas fuertes podía permitirse el lujo de
ir de compras con regularidad en los mercados libres; para el resto,
los beneficios del ‘goteo’ del nuevo sector no estatal eran débiles e
indirectos, procedentes principalmente de la recaudación de los
impuestos destinados a financiar el gasto social.
Valor de $ 100 como múltiplo del salario mensual promedio
Tasa de cambio de mercado peso-dólar 1990-2013
Además de la creciente desigualdad, la bifurcación de la economía
había obstaculizado el desarrollo a través del crecimiento de un sector
informal parasitario, que drena los recursos de la economía formal,
ofreciendo incentivos para que los trabajadores calificados, incluidos
los maestros, ocupen puestos de trabajo de baja cualificación por
salarios en CUC y fomentar el robo de los recursos del Estado, para la
re-venta en el mercado negro a precios elevados. La prevalencia de la
corrupción y el aumento de la desigualdad de ingresos habían socavado
progresivamente la ética igualitaria y la credibilidad de la retórica
socialista, un efecto agravado a medida que los cubanos más ricos ahora
pueden asegurarse el acceso preferencial a los puestos de trabajo, la
educación y la salud mediante el pago por el privilegio a través de
canales informales. Mientras tanto, el costo de los subsidios consume
fondos que de otro modo podrían haber sido utilizados para la inversión.
Lineamentos
El primer problema para el nuevo equipo de
Raúl Castro, dirigido por el ministro de Economía,
Marino Murillo,
fue restaurar el equilibrio externo, después de los problemas de 2008.
Esto se logró mediante una fuerte reducción de las importaciones, que
redujeron el crecimiento oficial del PIB a sólo el 1,4 por ciento. [50]
Desde entonces, la estrategia económica ha sido definida como
‘actualización’ del modelo -de diversificación de la producción, la
reanimación de la economía nacional descapitalizada, y la realineación
de precios, tazas de cambio e ingresos- en lugar de poner en marcha un
proceso de estilo chino de la acumulación capitalista bajo el liderazgo
del Partido Comunista. A pesar de que el estilo de liderazgo de Raúl es
muy diferente al de su hermano, este ha sido cuidadoso en vincular esta
revisión con las políticas de Fidel, varias veces utilizando citas de
sus discursos, una de las favoritas ha sido ‘Revolución es sentido del
momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado’. [51]
Después de algunas reformas iniciales modestas, Raúl preparó el terreno
para un enfoque más radical con el lanzamiento de un debate nacional más
en el período previo al VI Congreso del PCC en abril de 2011.
Un proyecto de documento, “Lineamientos de la Política Económica y
social del Partido y la Revolución”, se distribuyó en noviembre de 2010
para su discusión en reuniones en todo el país, donde se observaron
comentarios y revisiones propuestas. Un texto redactado de nuevo se
presentó al Congreso, modificado, y luego se publicó en mayo de 2011.
[52] A pesar de que estos “Lineamientos” estaban destinados para dirigir
la política hasta el año 2016, el documento no fue para nada un plan
quinquenal. Al igual que la resolución del PCC de 1991, sobre la
economía, se esbozó un conjunto de principios y objetivos, en lugar de
establecer un programa de reformas. A pesar de todas las deficiencias
del sistema de participación de Cuba, este continuó sirviendo tanto como
conductor de la política oficial. Esto fue ilustrado por la forma en
que fue examinado y revisado una directiva de despidos a gran escala del
sector público, con la participación de los sindicatos oficiales,
después de que los empleados del Estado arremetieron contra el ritmo
excesivamente apresurado del ajuste y la inviable e injusta forma en que
se llevaba a cabo. Los acontecimientos demostraron que, aunque de
ninguna manera “independiente”,
los sindicatos cubanos
desempeñaron un papel importante en el establecimiento de límites de la
política y en la aplicación práctica de la “racionalización” o cierres
de empresas. [53] El proceso de consulta sobre los
“Lineamientos” también proporcionó una oportunidad para el escrutinio
público, lo que resultó en algunos ajustes significativos en el
documento final. Y mientras que la ejecución desde mayo de 2011 ha sido
coordinada centralmente por una comisión bajo el liderazgo de Murillo,
con informes periódicos sobre el progreso obedientemente presentados a
la Asamblea Nacional y al Partido, este ha implicado a una gama mucho
más amplia de organismos, con interacciones complejas entre las partes,
el gobierno y comisiones de expertos.
El proceso de
implementación ha incluido una serie de experimentos y proyectos piloto,
así como programas de reconversión, de investigación y de monitoreo. Las
“Lineamientos” y discursos oficiales hacen un montón de referencias a
”utilizar los mecanismos” del mercado, pero esta relación como un
componente de la política dirigida por el Estado, en contraste con la
tendencia neoliberal que han apuntalado las estrategias “de transición”
en otros lugares. En las medidas adoptadas hasta la fecha han
participado elementos de la liberalización, incluyendo la expansión del
sector no estatal, más amplio margen para la inversión extranjera,
concesiones fiscales para las zonas especiales de desarrollo y la
desregulación de los mercados de automóviles de segunda mano y de
vivienda.
Pero en lugar de ceder el control de la economía al
sector privado, el gobierno ha acompañado a estos movimientos con
medidas destinadas explícitamente a fortalecer la supervisión del
Estado. Desde que Raúl asumió la presidencia, ha aumentado los
recursos y la autoridad de la jefa de la Contraloría General, Gladys
Bejerano, una figura clave que consistentemente ha sido pasada por alto
por los comentaristas externos. El trabajo de la Contralora General no
sólo ha estado destinado a fortalecer los esfuerzos de lucha contra la
corrupción, con la atención centrada en los más perniciosos abusos de
alto nivel, lo que lo que ha llevado a largas penas de prisión para
algunos altos funcionarios, sino también a mejorar el cumplimiento
tributario, a través de la difusión de información y un importante
programa de capacitación a nivel nacional para los funcionarios,
gerentes, contadores y los autónomos.
Es decir, el uso de los
activos institucionales del Estado para construir el aparato y la
cultura necesaria para reforzar la eficiencia y la equidad en el sector
formal, en el que los mercados están jugando un papel más importante que
antes. El desempeño económico cubano desde la crisis
financiera global ha sido más débil de lo esperado, con un promedio de
crecimiento anual del PIB de menos del 3 por ciento, no llegan a las
metas repetidamente. La ayuda de Venezuela continúa, pero el impulso
inicial que esta trajo se ha estabilizado desde el año 2008, y la
continuada exclusión de Cuba del mercado de Estados Unidos y la mayoría
de las fuentes de financiación internacional sigue siendo un lastre para
el crecimiento. Ha habido pocas mejoras en los salarios reales en el
sector estatal, aparte de los trabajadores de servicios de salud que
vieron un alza a principios de 2014. Una decepción particular ha sido la
falta de un repunte significativo en la producción agrícola, a pesar de
la distribución de tierras a los agricultores privados y una serie de
medidas destinadas a mejorar sus incentivos, redes de distribución, el
suministro de insumos y la disponibilidad de financiación. En
perspectiva comparada, el crecimiento del PIB cubano ha sido peor que la
media de los países “en transición” desde el año 2008, a pesar de una
reducción sustancial de las plantillas del sector público; el ajuste se
ha mantenido lo suficientemente lento para evitar un
shock de
demanda o generar un fuerte aumento del desempleo. Pero los resultados
quedan por debajo de la mejora que se espera de las reformas de 2011.
Más
allá de juguetear con las regulaciones para que los nuevos mercados
funcionen mejor, movidas más audaces están siendo consideradas para
aumentar la inversión extranjera y para hacer frente a las dificultades
persistentes creadas por el sistema de doble moneda. Una
segunda iniciativa, la apertura de la Zona Especial de Desarrollo de
Mariel a finales de 2013, unida por una nueva línea de ferrocarril a La
Habana, está destinaao tanto a promover un ‘clúster’ industrial
orientado al procesamiento de la exportación alrededor del puerto y para
atraer a las empresas cubanas y extranjeras que proveen el mercado
interno. Acompañando a estos dos acontecimientos hay una nueva ley de
inversión extranjera, que entró en vigor a finales de junio de 2014
después de muchos años de discusión. Para decepción de los cubanólogos,
esto es sólo una revisión de la legislación de 1995: mientras que hay
ajustes a los impuestos y otros incentivos, y una invitación más
explícita a los inversionistas de Estados Unidos, los principios
centrales permanecen:
el Estado cubano será el guardián y debe
estar convencido de que cada inversión extranjera contribuye a sus
objetivos de desarrollo.
Dia Cero
Sin embargo, el éxito en la atracción de la inversión extranjera sólo
puede perpetuar un modelo de crecimiento distorsionado, siempre y
cuando la diferencia entre los tipos de cambio, el tipo de cambio
“oficial” de la paridad peso-dólar-CUC, y la tasa de CADECA ‘no
oficial’ pero legal de 24 pesos a el CUC/ dólar crea una gama de precios
oficiales, no oficiales, en dólares y pesos no convertibles, que
impiden la integración entre las economías nacionales y externas.
A
medida que el sector no estatal se ha desarrollado, se ha vuelto cada
vez más claro que las empresas privadas relativamente ineficientes han
sido capaces de prosperar dentro de la economía nacional ya que sus
costos en pesos cubanos, incluyendo la mano de obra, están
infravalorados en la tasa CADECA/CUC que utilizan para sus transacciones.
En efecto, el Estado cubano está subsidiando el nuevo sector no estatal a través de la tasa infravalorada de CADECA.
Mientras tanto, las empresas estatales tienen que utilizar el tipo de
cambio oficial sobrevaluado, una grave desventaja en términos de su
competitividad. Una forma de “ilusión monetaria” que significa que las
empresas estatales eficientes reportan pérdidas por lo que no pueden
obtener capital para la inversión, mientras que los empresarios privados
que operan a niveles muy bajos de productividad disfrutan de fuertes
subsidios estatales ocultos pero se quejan de impuestos excesivamente
altos. El Lineamiento 55 establece claramente que el sistema de doble
moneda debe abordarse, pero la redacción es críptica y el cambio ha sido
lento en llegar. [54]
El retraso se debe en parte a la aversión
al riesgo. Cualquier reajuste monetario implicará una re-valoración
perjudicial y, a raíz del colapso extremo del peso a principios de 1990,
el Banco Central se ha centrado en mantener la estabilidad. El
miedo a una nueva crisis ha provocado una preferencia por la
precaución, no sólo dentro del gobierno y de la burocracia, sino también
dentro de la población en su conjunto; muchos hogares se han adaptado a
las estructuras de precios distorsionados, y por lo tanto se han
convertido en dependientes de ellos. Entre los años 90 y mediados de
2008, la percepción de la mejora gradual a través del ajuste era
suficiente para calmar el imperativo de restablecer el equilibrio en el
sistema monetario; pero la desaceleración posterior ha llevado el tema a
la palestra. Finalmente, a principios de 2013, se hicieron los primeros
movimientos. Después de dos años de estudio, un programa piloto comenzó
a permitir que algunas empresas estatales utilicen las tasas de CUP-CUC
de alrededor de 10 pesos por 1 CUC para compras a proveedores
nacionales, sea estado, cooperativa o privados. En octubre de 2013, el
gobierno anunció que se había elaborado un calendario para la reforma
monetaria. En marzo de 2014 se publicaron instrucciones detalladas para
la fijación de precios y liquidación de cuentas en el ‘Dia Cero’, cuando
el CUC desaparecerá. [55] El peso cubano se habrá entonces
presumiblemente convertido en directamente convertible en moneda
extranjera, aunque los detalles de cualquier control de cambios
planificados no se conocen aún. Con el fin de minimizar la interrupción,
el Estado va a establecer parámetros para los nuevos precios en pesos
cubanos y proveería subsidios para cubrir las pérdidas iniciales; los
nuevos precios, denominados en la moneda única, reflejarían entonces la
pérdida de poder de compra internacional del peso desde 1990, y los
“subsidios ocultos” al sector privado serían eliminados. Aún no se ha
especificado el tema vital de cuál será el nuevo tipo de cambio único.
La tasa CADECA existente de 24 pesos por dólar -la cual subvalora al
peso- podría parecer ser la menos perjudicial y la que, a través de su
enorme devaluación del tipo de cambio oficial, mejoraría radicalmente la
competitividad del sector empresarial. Pero sería insertar la economía
cubana en el mercado global como un productor de muy bajos salarios y
establecer una separación excesiva entre los ex ganadores en CUC y las
escalas salariales en pesos cubanos. Una tasa de 20, 15 o incluso 10
pesos por CUC/dólar ofrecería una corrección parcial de los ingresos
reales relativos, además de mejorar la competitividad permitiendo un
ajuste adicional una vez que las cosas se hayan asentado y la confianza
se haya restaurado. [56] En el momento de escribir este artículo, no hay
aún fecha para el
Día Cero, y todavía no hay certeza sobre cómo se manejaría una reevaluación del peso.
Al
abordar el proceso de unificación monetaria con precaución, el gobierno
espera claramente que sea posible reducir al mínimo los costos del
reajuste de precios. No hay casos directamente
comparables al cubano, porque unificaciones monetarias de otros países
se han llevado a cabo ya sea cuando las balanzas comerciales positivas
han proporcionado abundantes divisas, o con el apoyo externo; y ninguno
tenía la estructura particular de los mercados fragmentados y los
precios de Cuba. Sin los datos monetarios necesarios para
comprender plenamente las condiciones de Cuba, sólo podemos especular
sobre el impacto probable del cambio. Pero parece claro que esta reforma
tendrá consecuencias de largo alcance en los próximos años, no sólo
para los precios relativos y la distribución del ingreso, sino también
para la dinámica del crecimiento económico cubano.
Las divisiones sociales
No es fácil evaluar cuál es la proporción de la población con acceso a
CUC o divisas, y en qué cantidades. Algunas estimaciones sugieren que
la mitad de la población tiene algunos CUC, pero en muchos casos la suma
es muy pequeña. La concentración de los ahorros en cuentas bancarias es
muy alto, pero los que tienen éxito en las empresas en el mercado
negro, por ejemplo, mantienen su dinero en otro lugar. Lo que puede ser
identificado con alguna certeza son los grupos sociales que tienen más
acceso a CUC, y los que no tienen ninguno. Los más pobres son los que
dependen de las pensiones del Estado o de asistencia social, sin apoyo
familiar. Las pensiones son apenas suficientes para la subsistencia, por
lo que los servicios sociales tienen que complementarlos donde no hay
familia, o la familia es demasiado pobre. A pesar de que hay más dinero
alrededor de La Habana, y por lo tanto más oportunidades para los
jóvenes y condiciones de ganar algo, para las personas mayores que no
pueden hacer algo al respecto puede ser uno de los peores lugares,
porque los precios de mercado son más altos. Las personas que realizan
trabajos estatales muy mal pagados, sin acceso a las bonificaciones, las
oportunidades para los hurtos, los trabajos complementarios o las
remesas, también permanecen cerca del límite de subsistencia. Los otros
que están mal, probablemente más de la mitad de la población, son los
que logran sobrevivir, ya que pueden complementar sus ingresos estatales
de alguna manera, viven al día y no tienen suficiente para ahorrar. Los
funcionarios del gobierno están en esta categoría, que también incluye a
las personas que viven fuera de las modestas remesas o participan en la
pequeña actividad privada, legal o ilegal. Las diferencias salariales
son importantes, pero no son el principal determinante del consumo real;
eso depende del acceso a los CUC. Algunos de los empleados del Estado
más afectados han sido los miembros y funcionarios del PCC, que se
supone no participen en ninguna actividad no oficial. Es posible que
tengan privilegios en especie, pero no en los ingresos. Para algunos
profesionales, los viajes de trabajo al extranjero pueden ofrecer la
oportunidad de obtener dinero extra para artículos grandes, tales como
reparaciones de la casa. Con el paso del tiempo, la proporción de los
trabajadores del Estado que recibe algún tipo de bono ha crecido. En
primer lugar, había jabas mensuales, llenas de bienes básicos, como la
lejía o pasta de dientes; ahora bonificaciones de 10 – 25 CUC o más son
comunes. Durante la última década, los ingresos de un número creciente
de hogares han aumentado lo suficiente como para conseguir un teléfono
móvil, mejorar sus viviendas o comprar un coche de segunda mano. Pero
los ingresos estatales nominales no han subido en línea con el costo de
la vida, por lo que para alguien depender todavía de un salario en pesos
solamente sigue siendo muy difícil. La minoría rica es un grupo
separado. Son las pocas personas que reciben remesas generosas, algunos
agricultores privados, los pocos propietarios exitosos de empresas no
estatales ilegales o no, figuras deportivas o culturales
internacionales, gerentes de empresas corruptas y el ocasional
funcionario público corrupto. Es decir, que no consiguen su privilegio
de los ingresos en pesos pagados por el Estado cubano. Viven en un mundo
diferente a la mayoría de la población. La política hacia este grupo es
tratar de detectar y castigar la delincuencia económica y fortalecer el
sistema fiscal, para asegurar que los altos ingresos están fuertemente
gravados, tanto a través de impuestos sobre la renta y al por menor;
pero el gobierno está abandonando cualquier intento de impedirles tener
altos ingresos derivados de la actividad legal. Están siendo levantadas
así las restricciones a los jugadores de béisbol que van a jugar en el
extranjero, y los cubanos son ahora más libres de viajar al extranjero
para trabajar y luego regresar. Para la mayoría, sin embargo, la mejora
en el nivel de vida ha sido leve y muy lenta; hecho aún más difícil de
soportar, sobre todo en La Habana, porque ellos pueden ver las
comodidades siendo disfrutadas por los demás, a menudo no ganadas con
trabajo honrado. Productos básicos todavía están subvencionados, pero
algunos alimentos básicos se han eliminado de la libreta y tienen que
ser comprados en los mercados agrícolas. Este ha sido un proceso
gradual, acompañado por un lento aumento de los salarios nominales y una
extensión de las bonificaciones. Las fuentes de alimentación han
mejorado, pero ha habido aumentos en los precios de servicios públicos
de agua y electricidad, que tienden a anular el aumento de los salarios;
por lo que para muchas personas, la mejora del nivel de vida es apenas
perceptible. Sin embargo,
la red de seguridad permanece en su
lugar, y la infraestructura y los servicios públicos son sin duda mejor
que antes, lo que refleja las prioridades del gobierno para utilizar los
nuevos flujos de ingresos procedentes de los impuestos y la exportación
de servicios profesionales.
¿Una alternativa?
El segundo y último mandato presidencial de Raúl Castro va a terminar
el año 2018 a más tardar. En 2016, cuando el proceso de cinco años de
‘actualización’ bajo los actuales Lineamientos llegue a su fin, el
objetivo es que la economía tenga una base productiva más amplia y un
sector privado más grande, al tiempo que conserve los servicios de
salud, educación y bienestar universal. Para lograrlo, tendrá que
aumentar la tasa de inversión.
Dado el éxito de Cuba en el
cultivo de las relaciones oficiales con nuevos socios, entre ellos
China, Brasil y Rusia, la aspiración a aumentar el flujo de la inversión
extranjera parece factible. La tarea más difícil será la de
aumentar la eficiencia y dinamismo dentro de la economía nacional, al
tiempo que evite acentuar las diferencias de ingresos y divisiones
sociales que amenazan el proyecto socialista del Estado.
Antes
de descartar a Cuba como una fuerza gastada, la magnitud de sus logros
hasta la fecha debe ser reconocida. Si bien reconocen que los mecanismos
de mercado pueden contribuir a una economía más diversificada y
dinámica, las autoridades cubanas no se han tragado las promesas de
privatización a gran escala y la liberalización, y siempre han sido
conscientes de los costos sociales. Este enfoque, en forma no
menos importante por las condiciones internacionales excepcionalmente
difíciles, ha tenido más éxito en términos de crecimiento económico y la
protección social que lo que los modelos del Consenso de Washington
podrían predecir. Comparando la experiencia de Cuba con la de los
antiguos países del CAME en Europa del Este o de hecho con China y
Vietnam, es posible identificar algunas de las características
distintivas de su trayectoria. En primer lugar,
Cuba fue capaz de mantener una red de protección a la sociedad durante la crisis, en agudo contraste con los otros. En el contexto particularmente severo del
shock externo
de la isla y el medio ambiente externo hostil, su compromiso con la
provisión de bienestar universal, sin duda, sirvió para limitar las
dificultades sociales. Vinculado a ello ha estado el proceso de amplia
consulta popular, sobre todo en tres momentos críticos-el comienzo de la
crisis, el proceso de estabilización, y el preludio de la nueva fase de
ajuste de Raúl Castro.
En tercer lugar, gracias a la mantención
del control de los salarios y los precios durante el período inicial de
choque y la recuperación, le fue posible restaurar la estabilidad con
relativa rapidez mediante la restricción de una espiral inflacionaria.
Aunque los salarios y los precios fijos crearon las condiciones para
una economía informal floreciente, también sirvieron para reducir al
mínimo las interrupciones y limitar la brecha de ingresos dentro de la
economía formal. Aunque los dos son muy distintos, la estrategia tiene
comparación con el sistema de China de la ‘doble vía’, en el que se
mantiene el camino “planeado”, mientras que el camino del “mercado” se
desarrolla a la vez, proporcionando oportunidades para la
experimentación y el aprendizaje. Para tener todas sus ineficiencias y
confusiones, la ‘bifurcación’ de Cuba y su ‘segunda economía’ jugaron un
papel en la adaptación a las nuevas condiciones. En cuarto lugar,
el
Estado retuvo el control del proceso de reestructuración económica, lo
que le permitió canalizar los recursos en divisas muy limitados para
determinadas industrias, logrando una notable recuperación de los
ingresos de divisas en relación con la cantidad de capital disponible.
Estas empresas también sirvieron como “oportunidades de aprendizaje”
para los planificadores cubanos, gerentes y trabajadores a pensar a
través de la forma de adaptarse a las distintas condiciones
internacionales. La base de exportación creada con este enfoque puede
ser demasiado estrecha para impulsar el crecimiento sostenible a largo
plazo, pero fue una forma eficaz de restaurar la capacidad después de
que el período de crisis. Por último, el rechazo de Cuba a la corriente
principal de la ruta de ‘transición al capitalismo’ permitió espacio
para un proceso de ajuste descrito por un funcionario como “evolución
permanente” [57] -que ha sido flexible y sensible a las condiciones y
limitaciones cambiantes de Cuba. Esto contrasta notablemente con las
recetas más rígidas para la liberalización y la privatización impulsada
por las hordas de consultores de transición en otros antiguos países del
CAME.
Cuba es un país pobre, pero sus sistemas de salud y
educación son faros en la región. Su enfoque ha demostrado que, a pesar
de las contradicciones y dificultades, es posible incorporar mecanismos
de mercado dentro de un modelo de desarrollo dirigido por el Estado, con
resultados relativamente positivos en términos de los rendimientos de
la economía y los resultados sociales. Esto plantea la siguiente pregunta:
¿por
qué debemos suponer que el Estado va a abandonar su papel dominante en
la economía, o que el enfoque actual de la política finalmente de paso a
un camino de transición hacia el capitalismo? Un supuesto
fundamental de la economía de transición ha sido la afirmación de Kornai
que la ‘alteración parcial del sistema’ no puede tener éxito; la
eficiencia y el dinamismo sólo se maximizan cuando la transformación de
un sistema económico de “socialismo planificado” a un “mercado
capitalista” es completa, porque el primero es demasiado inflexible para
sobrevivir en el largo plazo.
Pero la experiencia de los
antiguos países del CAME ha demostrado que el éxito no está garantizado
y que los costos sociales pueden ser altos. Visto sin ideas
preconcebidas, el caso cubano sugiere que otra manera podría ser
posible, a pesar de todo.
Notas
1 Carmelo Mesa-Lago, ‘Economic and Ideological Cycles in Cuba: Policy and Performance, 1959–2002’, in Archibald Ritter, ed.,
The Cuban Economy, Pittsburgh 2004 2 Eliana Cardoso and Ann Helwege,
Cuba after Communism, Cambridge, ma 1992, pp. 51, 1, 11; Andrés Oppenheimer,
Castro’s Final Hour,
New York 1992 3 Cuba entró al Consejo de Ayuda Mitua Económica,
conocido como CAME en 1970, después que el embargo de Estados Unidos
cortara el acceso a los mercados americanos. Los otros miembros plenos
en 1989 eran la URSS, la RDA, Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumania,
Vietnam y Mongolia. El término “economías en transición” aquí incluye
los estados sucesores de todos los miembros del CAME aparte de Mongolia y
Vietnam cuyo trayectoria ha estado determinada por su cercanía a la
esfera de influencia de la República Popular China. 4 Ver Manuel Franco
et al., ‘Impact of Energy Intake, Physical Activity and Population-wide
Weight Loss on Cardiovascular Disease and Diabetes Mortality in Cuba,
1980–2005’, American Journal of Epidemiology, vol. 166, no. 12,
September 2007. 5 El término
Cubanology fue acuñado en 1970, por analogía con la Kemlinología de la Guerra Fría: Helen Yaffe,
Che Guevara: The Economics of Revolution,
Basingstoke 2009, p. 4. Yaffe describe elemento por elemento de la
investigación encargada por el Pentágono, Special Operations Research
Office, CIA, ‘National Defence Education’ and the Cuban-American
National Foundation, el poderoso lobby
émigré. 6 Ver John
Williamson, ‘What Washington Means by Policy Reform’, in John
Williamson, ed., Latin American Adjustment: How Much Has Happened?’,
Washington, dc 1990. 7 János Kornai,
The Road to a Free Economy, New
York 1990, p. 31. 8 Anders Åslund, ‘Principles of privatization for
formerly socialist countries’, Stockholm Institute of Soviet and East
European Economics Working Paper 18, 1991; Leszek Balcerowicz, ‘Common
fallacies in the debate on the transition to a market economy’, Economic
Policy, vol. 9, no. 19, December 1994. 9 Gérard Roland,
Transition and Economics: Politics, Markets and Firms,
Cambridge, ma 2000, p. 14. 10 ‘Anti-market features’: Mesa-Lago, ‘The
Economic Effects on Cuba of the Downfall of Socialism in the ussr and
Eastern Europe’, in Mesa-Lago, ed.,
Cuba after the Cold War,
Pittsburgh 1993, p. 176; ‘half-baked’: Mesa-Lago, Are Economic Reforms
Propelling Cuba to the Market?, Miami 1994, pp. 70–1. 11 Mesa-Lago,
Cuba after the Cold War, pp. 246–7; Rubén Berríos, ‘Cuba’s Economic Restructuring, 1990–1995’,
Communist Economies and Economic Transformation,
vol. 9, no. 1, 1997, p. 117; Mauricio de Miranda Parrondo, ‘The Cuban
Economy: Amid Economic Stagnation and Reversal of Reforms’, Canadian
Foundation for the Americas, Ontario 2005. 12 Lo que sigue se basa en
entrevistas llevadas a cabo durante una serie de viajes de
investigación desde 1995 con funcionarios del Ministerio para la
Inversión Extranjera (MINVEC), Ministerio de Turismo (Mintur), Cámara de
Comercio, el Ministerio de la Industria Básica, Ministerio de Comercio
Exterior y el Banco Central de Cuba; académicos de la Universidad de La
Habana; y directivos de Tabagest y Cubaníquel. 13 A pesar de que el
tráfico de influencias y enriquecimiento ilícito, sin duda existen en
Cuba, un esfuerzo por manner estándares éticos es evidente no sólo en
las reglas formales de los funcionarios del gobierno y en la conducta de
los miembros del Partido y severas penas para los que son encontrados
culpables de corrupción sino también en el comportamiento y la
apariencia de muchos funcionarios. Un exhaustivo estudio llevado a cabo
para demostrar el alcance de la corrupción en Cuba terminó haciendo lo
contrario y confirmó el alcance de los esfuerzos para contenerla: :
Sergio Díaz-Briquets and Jorge Pérez-López,
Corruption in Cuba: Castro and Beyond,
Austin 2006. Cuba scores relatively well on both World Bank and
Transparency International corruption indices. 14 Por ejemplo, Cardoso
and Helwege,
Cuba after Communism, pp. 44–6. 15 Richard Gott, Cuba: A New History, New Haven, ct 2004, p. 325. See also Isaac Saney,
Cuba: A Revolution in Motion, London and New York 2004; Antonio Carmona Báez,
State Resistance to Globalization in Cuba, London 2004. 16 Manuel Pastor and Andrew Zimbalist,
‘Waiting for Change: Adjustment and Reform in Cuba’, World Development, vol. 23, no. 5, 1995. Ver también Jorge Domínguez and Daniel Erikson,
‘Cuba’s Economic Future: A Dozen Comparative Lessons’, en Shahid Javed Burki and Daniel Erikson, eds, Transforming Socialist Economies:
Lessons for Cuba and Beyond, Basingstoke 2005; Susan Eckstein,
Back from the Future: Cuba under Castro, New Brunswick 1994. 17 José March-Poquet, ‘What Type of Transition Is Cuba Undergoing?’, , vol. 12, no. 1, 2000;
Post Communist Economies, vol. 12, no. 1, 2000; Claes Brundenius, ‘Whither the Cuban Economy after Recovery?’,
Journal of Latin American Studies, vol. 34, no. 2, May 2002. 18 Una excepción es una comparación superficial entre Cuba y las economías en transición (
Cuba’s Aborted Reform: Socioeconomic Effects, International Comparisons, and Transition Policies,
Gainsville, fl 2005, pp. 158–164). Sus datos confirman que la tendencia
del PIB de Cuba ha estado cerca del promedio de las economías en
transición pero la discusión revela su propósito, centrarse sólo en la
debilidad relativa de Cuba dedebilidad relativa con los actores más
fuertes, y se opone a la posibilidad de que la política cubana podría
haber beneficiado el crecimiento de cualquier manera. 3333 19 Un enfoque
‘analítico narrativa’ que demuestra la gama de posibles caminos de la
transformación mediante el examen de cómo las condiciones específicas
han determinado resultados de las políticas en cada caso, fue explorado
por Dani Rodrik y otros -en particular Yingyi Qian, ‘How Reform Worked
in China’- en . Rodrik, ed, En busca de la prosperidad:
In Search of Prosperity: Analytic Narratives on Economic Growth, Princeton and Oxford 2003.
20 Ver José Luis Rodríguez García’s report, ‘La Economía de Cuba ante
la cambiante coyuntura internacional’, in Economía Cubana, vol. 1, nos. 1
and 2, 1991 and 1992. 21 OECD, Geographical Distribution of Financial
Flows to Developing Countries, 1998. 22 On post-crisis strategy as
rectificación, see the contributions by Mesa-Lago, Svejnar and Pérez
López in Mesa-Lago’s Cuba after the Cold War; Jorge Pérez López, ‘Castro
Tries Survival Strategy’, Transition, World Bank 1995. On failure to
address the crisis: Marifeli Pérez-Stable, The Cuban Revolution:
Origins, Course and Legacy, Oxford 1999, p. 176. 23 Nauro Campos and
Fabrizio Coricelli, ‘Growth in Transition: What We Know, What We Don’t
and What We Should’, Journal of Economic Literature, vol. 40, no.
3, September 2002, Table 6. 24 Economía Cubana: Boletín Informativo,
vol. 1, no. 2, p. 21 and vol. 1, no. 7, p. 22, 1992. 25 José Alvarez,
‘Overview of Cuba’s Food Rationing System’, Gainsville, fl 2004, p. 4.
26 Paul Collins, ‘Cuba’s Food Distribution System’, in Sandor Halebsky
et al., Cuba in Transition: Crisis and Transformation, Boulder, co 1992.
27 Julia Wright, Sustainable Agriculture and Food Security in an Era of
Oil Scarcity: Lessons from Cuba, London 2008. 28 Los esfuerzos para
mantener la nutrición básica son descritos por Angela Ferriol Muruaga en
‘La seguridad alimentaria en Cuba’, Economía Cubana: Boletín
Informativo, vol. 2, no. 3, 1996; ‘Pobreza en condiciones de reforma
económica: el reto a la equidad en Cuba’, Cuba: Investigación Económica
4, no. 1, INIE, 1998; ‘Retos de la política social’,
Temas, 1998
y ‘Retos de la política social’, Cuba: Investigación Económica 11, no.
2, 2005.11, no. 2, 2005. Cuba: Investigación Económica 11, no. 2, 2005.
29 Antoni Kapcia, Cuba in Revolution: A History Since the Fifties,
London 2008, p. 165, describe de los Consejos Populares, ‘un nuevo nivel
de representación en el barrio’. 30 Elena Álvarez, ‘Características de
la Apertura Externa Cubana (I)’, Economía Cubana: Boletín Informativo,
vol. 1, no. 26, 1996. 31 PCC , IV Congreso del Partido Comunista de
Cuba: Discursos y Documentos, La Habana, 1992. 32 For the account, see
Gail Reed, Island in the Storm: The Cuban Communist Party’s Fourth
Congress, Melbourne and New York 1992. 33 Campos and Corricelli, ‘Growth
in Transition: What We Know’, Table 10. 34 Joseph Stiglitz,
Globalization and Its Discontents, London 2002, pp. 133–65; ver
también Branko Milanovic´, ‘Income, Inequality and Poverty during the
Transition from Planned to Market Economy’, World Bank Regional and
Sectoral Studies, Washington, dc 1998. 35 Marisa Wilson, ‘No Tenemos
Viandas! Cultural Ideas of Scarcity and Need’, International Journal of
Cuban Studies 3, June 2009. 36 Ediciones anteriores de 1990 de Economía
Cubana: Boletín Informativo rastrean el desplazamiento, preocupaciones
y respuestas. 37 George Carriazo, ‘Cuba: Apertura y adaptación a una
nueva realidad’, Economía Cubana: Boletín Informativo 15, May 1994. 38
Fidel Castro, Por el camino correcto: Recopilación de textos, Havana
1986, citado en Díaz-Briquets and Pérez-López,
Corruption in Cuba,
p. 164. A propósito la reapartura de mercados agropecuarios, bajo el
proceso de rectificación fue rechazada en el Congreso del PCC de 1991;
posteriormente, en diciembre 1993, la Asamblea Nacional
había desestimado otro llamado para su reintroducción. Por tanto, la
cuestión se habría dejado en el orden del día de la parlamentos Obreros
de enero a mayo de 1994. 39 Carriazo, ‘Cuba: Apertura y adaptación a una
nueva realidad’. 40 Campos and Coricelli, ‘Growth in Transition: What
We Know’, Table 6. 41 ONEI; World Bank, World Development Indicators. 42
La ingestión de calorías promedio retrocedió a los niveles de precrisis
en 1999: Franco y otros, ‘Impact of Energy Intake’. 43 Los precios al
consumidor no fueron publicados por la ONEI para 1990–94, cuando el
valor del peso estaba cayendo, por lo que no existe un índice oficial
de los salarios reales. Precios de los alimentos más bajos habrían
contribuido a un descenso en el índice oficial de precios al consumidor
de 11,5 por ciento y 4,9 por ciento respectivamente en 1995 y 1996. 44
La tasa de inflación oficial promedio anual de Cuba fue de cero en 1997 a
2000 y sólo 2 por ciento en 2000-12, en comparación con los promedios
de los países en transición de 28 por ciento a finales de los años 90 y
alrededor de 8 por ciento en 2000-12. Hay un montón de controversias
acerca de la tasa oficial de Cuba: los cambios reales en el costo de la
vida para el sostenimiento domésticohan variado, en función de cuál es
la proporción de ingresos que gastan en el mercado oficial o no oficial,
urbano o rural, en pesos o en moneda dura, donde el comportamiento de
los precios ha variado ampliamente. Sin embargo, no hay duda de
que, aunque el poder de compra puede haber caído, el consumo global real
de los hogares no ha disminuido a un ritmo que se correspondería con
las tasas medias de inflación de las economías en transición desde
mediados de los años 90. 45 Estos poderes extraterritoriales
auto-otorgados provocaron uno de las pocas sostenidas protestas de los
aliados de Estados Unidos: la UE presentó una demanda en contra de las
disposiciones de la Ley Helms-Burton en la OMC, retirada cuando los
EE.UU. estuvieron de acuerdo en no procesar a los países de la UE.
Canadá, México, España, Francia, Italia y los Países Bajos han
continuado con el comercio con Cuba; ejecutivos de Sherritt
International, una empresa minera canadiense, tienen prohibido entrar en
los EE.UU. 46 Julio Carranza Valdés, Luis Gutiérrez Urdaneta, and Pedro
Monreal González,
Cuba: Restructuring the Economy: A Contribution to the Debate, London 1996. La secuencia de eventos se documenta en Mauricio Guilliano,
El Caso de CEA: Intelectuales e Inquisidores en Cuba. ¿Perestroika en la Isla?,
Miami 1998. 47 Tasas de inversión de 1990s son proporcionados por
Campos and Coricelli, ‘Growth in Transition: What We Know’; datos más
reciente es proporcionada por el PNUD e indicadores de desarrollo del
Banco Mundial. 48 La políticade IED es discutida más ampliammente en
Emily Morris, ‘Cuba’s New Relationship with Foreign Capital: Economic
Policy-Making since 1990’,
Journal of Latin American Studies,
vol. 40, no. 4, 2008. 49 World Bank (data are for Central and Eastern
Europe). 50 Series oficiales del PIB real de Cuba se basan en los
precios y ponderaciones de 1997, que implica cierta distorsión de las
tasas de crecimiento anual, a pesar de que hace menos diferencia a la
tendencia general. Jorge Pérez-López y Carmelo Mesa-Lago dudaron
inicialmente de la existencia de una oleada de crecimiento en
2005-08 atribuyéndolo a “discontinuidades, la ofuscación y rompecabezas
‘: ver “Estadísticas del PIB cubano en el marco del período especial “,
en Cuba Transición de 2009, ASCE, pp. 153-66. Estaban más dispuestos a
aceptar el crecimiento oficial del PIB una vez que estas cifras
comenzaron a mostrar un estancamiento. 51 ‘Revolución detecta el momento
histórico; cambia todo lo que debe ser cambió”: Fidel Castro, 1 de mayo
de 2000. 52 Partido Comunista de Cuba, ‘Proyecto de Lineamientos de la
Política Económica y social del Partido y la Revolución “de 2011. 53 On
the role of trade unions see Steve Ludlam, ‘Cuban Labour at 50: What
About the Workers?’, Bulletin of Latin American Research, vol. 28, no.
4, 2009, and ‘Aspects of Cuba’s Strategy to Revive Socialist Values’,
Science and Society, vol. 76, no. 1, 2012, pp. 41–65. The latest product
of deliberations between government and unions has been the Labour Code
(Law 116) approved by the National Assembly in December 2013 after a
consultation process reported to have involved 2.8 million workers. 54
Literal: ‘Se avanzará hacia la unificación monetaria, teniendo en cuenta
la productividad del trabajo y la efectividad de los mecanismos
distributivos y redistributivos. Por su complejidad, este proceso
exigirá una rigurosa preparación y ejecución, tanto en el plano objetivo
como subjetivo.’
(Tomado de New Left Review. Traducido por la AIN y La Pupila Insomne)
Emily Morris.
La Doctora en Ciencias Económicas, Emily Morris ha sido investigadora en
el Instituto de las Américas, de la Universidad Colegio de Londres (en
inglés University College London, UCL), desde 2012 hasta 2014. En
septiembre 2014 se trasladó a Washington para ocupar un puesto de
investigadora principal en el Banco Interamericano de Desarrollo. Ella
sigue siendo Investigador Asociado Honorario del Instituto de las
Américas, de la UCL de Gran Bretaña. Ha publicado este documentado
artículo en New Left Review, una revista
de 160 páginas, de circulación bimestral, que se edita en Londres y
analiza la política y economía globales, poderes estatales y movimientos
de protesta; teoría social contemporánea, historia y filosofía; cine,
literatura, arte heterodoxo y estética. Incluye ensayos, entrevistas,
comentarios, reseñas de libros y editoriales sobre los temas políticos
del día.