Hugo Chávez deixou como parte do seu legado o Prêmio Libertador ao Pensamento Crítico que o Ministério do Poder Popular para Cultura entrega anualmente aos pensadores críticos que ajudem a avançar para a compreensão e a solução dos graves problemas dos nossos povos. Era mais do que justo que Marta Harnecker que participou intensamente na criação e desenvolvimento do poder popular na Venezuela ganhasse este prêmio com mais um das suas dezenas de livros sobre socialismo, particularmente na América Latina. Segue abaixo seu discurso de recepção do maior prêmio de Ciências Sociais em todo o Mundo.
Palabras en el premio Libertador.
Marta Harnecker
15 de agosto 2014
15 de agosto 2014
1.
Este libro termina de escribirse un mes después de la desaparición
física del presidente Hugo Chávez Frías y no podría haberse
escrito sin su intervención en la historia de América Latina.
Muchas de las ideas que aquí se exponen están relacionadas de una u
otra manera al dirigente bolivariano, sea a su pensamiento, sea a sus
acciones a nivel interno, o a nivel regional y mundial. Nadie puede
dudar que entre la América latina que recibió y la América latina
que dejó hay un abismo.
2.
Por eso lo se lo dedico con las siguientes palabras:
Al comandante Chávez cuyas palabras, orientaciones y entrega ejemplar a la causa de los pobres, servirán de brújula para su pueblo y todos los pueblos del mundo, y serán nuestro mejor escudo para defendernos de los que pretendan destruir esa maravillosa obra que él empezó a construir.
3.
Cuando triunfa en soledad, en las elecciones presidenciales de 1998,
ya el modelo capitalista neoliberal comenzaba a hacer aguas. El
dilema no era entonces otro que refundar ese modelo, evidentemente
que con cambios, entre ellos una mayor preocupación por lo social,
pero movido por la misma lógica: la lógica de la ganancia, de la
búsqueda del lucro; o avanzar en la construcción de otro modelo.
Chávez tuvo la audacia de incursionar por este último camino y para
denominarlo decidió utilizar la palabra socialismo a pesar de la
carga negativa que ella tenía. Especificó que se trataba del
socialismo del siglo XXI diferenciándolo así del socialismo
soviético implementado durante el siglo XX. No se trataba de “caer
en los errores del pasado”: en esa “desviación estalinista”
que burocratizó al partido y terminó por eliminar el protagonismo
popular.
4.
La necesidad del protagonismo popular era una de sus obsesiones y es
el elemento que lo distancia de otras propuestas de socialismo donde
es el Estado el que resuelve los problemas y el pueblo recibe los
beneficios como una dádiva.
5.
Chávez estaba convencido de que el socialismo no se puede decretar
desde arriba, que hay que construirlo con la gente. Y entendía,
además, que es a través de la participación protagónica como las
personas crecen, ganan en autoconfianza, es decir, se desarrollan
humanamente.
6.
Siempre recuerdo el primer programa Aló Presidente de carácter más
teórico, del 11 de junio de 2009, cuando Chávez citó extensamente
la carta que Pedro Kropotkin —el anarquista ruso— escribió a
Lenin el 4 de marzo de 1920:
Sin
la participación de fuerzas locales, sin una organización de las
fuerzas desde abajo, de los campesinos y de los trabajadores, por
ellos mismos, es imposible el construir una nueva vida.
Pareció
que los soviets iban a servir precisamente para cumplir esta función
de crear una organización desde abajo. Pero Rusia se ha convertido
en una república soviética sólo de nombre. [...] la influencia del
partido sobre la gente [...] ha destruido ya la influencia de energía
constructiva que tenían los soviets, esa promisoria institución.”1
7.
Por eso muy tempranamente yo creí necesario distinguir entre
proyecto y modelo socialista. Entendía por proyecto las ideas
originales de Marx y Engels, y por modelo la forma en que este
proyecto se había materializado en la historia. Si analizamos el
socialismo soviético vemos que en los países que implantaron ese
modelo de socialismo —que recientemente ha sido denominado por
Michael Lebowitz: el socialismo de los conductores y los conducidos
basado en el modo de producción vanguardista—, el pueblo dejó de
ser el protagonista, los organismos de participación popular fueron
transformándose en entidades puramente formales, el partido se
transformó en la autoridad absoluta, el único depositario de la
verdad, que controlaba todas las actividades: económicas, políticas,
culturales, es decir, lo que debió haber sido una democracia popular
se transformó en una dictadura del partido. Ese modelo de socialismo
que ha sido denominado por muchos “socialismo real” es un modelo
fundamentalmente estatista, centralista, burocrático, donde el gran
ausente fue el protagonismo popular.
8.
¿Recuerdan ustedes que cuando ese socialismo se derrumbó y se
hablaba de la muerte del socialismo y de la muerte del marxismo?
Entonces Eduardo Galeano, el escritor uruguayo que todos ustedes
conocen, decía que nos
habían invitado a un funeral que no era el nuestro.
El socialismo que había muerto no era el proyecto socialista por el
que nosotros luchábamos. Lo que había ocurrido en la práctica
tenía muy poco que ver con lo que Marx y Engels concibieron como la
sociedad que reemplazaría al capitalismo. Para ellos el socialismo
era impensable sin un gran protagonismo popular.
9.
Pero esas ideas originales de Marx y Engels no sólo fueron
desvirtuadas por la práctica soviética y la literatura marxista
difundida por ese país en los ámbitos de la izquierda, sino que,
además, fueron opacadas o simplemente ignoradas en los países fuera
de la órbita soviética, debido al rechazo que produjo ese modelo
que se asociaba al nombre de socialismo.
10.
Poco se conoce que según Marx y Engels, la futura sociedad que ellos
llamaban comunista permitiría el pleno desarrollo de todas las
potencialidades del ser humano, desarrollo que se lograría a través
de la práctica revolucionaria. La persona no se desarrolla por arte
de magia, se desarrolla porque lucha, porque transforma
(transformando las circunstancias, la persona se transforma a sí
misma).
11.
Por eso que Marx aceptaba como algo natural que los trabajadores con
los que se iniciaría la construcción de la nueva sociedad no eran
seres puros, sino que pesaba en ellos el “estiércol del pasado”,
y por eso es que no los condenaba, sino que confiaba en que ellos se
irían liberando de esa negativa herencia a través de la lucha
revolucionaria. El creía en la transformación de las personas a
través de la lucha, de la práctica.
12.
Y Chávez —probablemente sin haber leído esas palabras de Marx—
también lo entendió. En su Primer Aló Teórico del 11 de junio del
2009 alertó a las comunidades de que había que tener cuidado con el
sectarismo. Y orientó:
[...] si hay gente, por ejemplo, habitantes que no participan en política, que no pertenecen a partido alguno, bueno, no importa, bienvenido.
Digo más, si vive por ahí alguien de la oposición, llámenlo. Que venga a trabajar, que venga a demostrar, a ser útil, que la patria, bueno, es de todos, hay que abrirles espacios y ustedes verán que con la praxis mucha gente se va transformando.
Es la praxis la que lo transforma a uno, la teoría es la teoría, pero la teoría no prende en el alma, en los huesos, en los nervios, en el espíritu del ser humano y en la realidad nada se transformaría. No vamos a transformarnos leyendo libros. Los libros son fundamentales, la teoría es fundamental, pero hay que llevarla a la práctica porque la praxis es la que transforma verdaderamente al ser humano.
13.
Por otra parte, nada tiene que ver con el marxismo la práctica
“colectivista” del socialismo real que suprimía las diferencias
individuales en nombre del colectivo. Basta recordar que Marx
criticaba el derecho burgués por pretender igualar artificialmente a
las personas en lugar de reconocer sus diferencias. Al pretender ser
igual para todos termina siendo un derecho desigual. ¿Si dos
trabajadores recogen sacos de papa y uno recoge el doble que el otro,
debe pagarse al primero el doble que el segundo? El derecho burgués
te dice que sí, sin tener en cuenta que el trabajador que recoge la
mitad ese día estaba enfermo, o nunca fue un trabajador fuerte
porque en su infancia fue mal alimentado, y que por lo tanto, quizá
con el mismo esfuerzo que el primero sólo pudo rendir la mitad.
14.
Marx, por el contrario sostenía que una distribución verdaderamente
justa debería tener en cuenta las necesidades diferenciadas de cada
persona y de ahí su máxima: “De cada cual según su trabajo a
cada cual según sus necesidades.”
15.
Otra idea de Marx muy tergiversada tanto por la burguesía como por
la práctica soviética ha sido su defensa de la propiedad común o
colectiva.
16.
¿Qué suelen decir los ideólogos de la burguesía? Los comunistas
(o socialistas) te van a expropiar todo, tu refrigerador, tu carro,
tu casa, etcétera.
17.
¡Cuánta ignorancia! Marx ni ningún socialista o comunista ha
pensado jamás en expropiar los bienes de uso de las personas. Lo que
Marx ha planteado es la idea de devolver a la sociedad lo que le
pertenece y que ha sido apropiado injustamente por una élite, es
decir, los medios de producción.
18.
Lo que la burguesía no entiende o no quiere entender es que sólo
hay dos fuentes de la riqueza: la naturaleza y el trabajo humano, y
que sin el trabajo humano la potencial riqueza contenida en la
naturaleza nunca lograría transformarse en riqueza real.
19.
Marx señalaba que no solo existe el trabajo humano actual sino que
también existe el trabajo pasado, es decir el trabajo incorporado en
los instrumentos de trabajo.
20.
Las herramientas, las máquinas, las mejoras hechas a la tierra y,
por supuesto, los descubrimientos intelectuales y científicos que
aumentan sustancialmente la productividad social, frutos todos del
trabajo humano, son una herencia que se transmite de generación en
generación, son una herencia social, son una riqueza del pueblo.
21.
Pero, la burguesía, gracias a todo un proceso de mistificación del
capital —que aquí no podemos explicar por razones de tiempo—,
nos ha convencido de que los dueños de esa riqueza son los
capitalistas que por su esfuerzo, su creatividad, su capacidad para
los negocios, y por ser los dueños de las empresas tienen derecho a
apropiarse de lo que ellas producen.
22.
Sólo la sociedad socialista reconoce esa herencia como social y por
eso considera que debe ser devuelta a la sociedad y que debe ser
usada por la sociedad y en interés de la sociedad en su conjunto y
no para servir a intereses privados.
23.
Esos bienes, en los que está incorporado el trabajo de generaciones,
no pueden pertenecer a personas específicas, ni a países
específicos, sino a la humanidad como un todo.
24.
La cuestión es ¿cómo asegurar que esto ocurra? La única forma de
hacerlo es desprivatizando estos medios y transformándolos en
propiedad social. Pero como la humanidad de comienzos del siglo XXI
no es todavía una humanidad sin fronteras, esta acción debe empezar
en cada país y el primer paso es que los medios de producción
estratégicos pasen a propiedad de un Estado que exprese los
intereses de las y los trabajadores.
25.
Pero el simple traspaso a manos del Estado de los principales medios
de producción es sólo un mero cambio jurídico de propietario, ya
que si en las empresas ahora en manos del Estado el cambio sólo se
limita a eso continúa la supeditación de los trabajadores a una
fuerza externa. La gerencia capitalista es reemplazada por una nueva
gerencia, ahora socialista, pero no varía la situación alienada de
trabajadores en el proceso de producción. Se trata de una propiedad
formalmente colectiva, porque el Estado representa a la sociedad,
pero la apropiación real todavía no es colectiva.
26.
Es por eso que Engels sostiene que “la propiedad del Estado no es
la solución [ aunque] alberga ya en su seno el medio formal, el
resorte, para llegar a la solución”
27.
Por otra parte, Marx sostenía que era necesario acabar con la
separación entre el trabajo intelectual y el trabajo manual que
transforman al trabajador en un tornillo más de la maquinaria; que
las empresas deben ser gestionadas por sus trabajadores y
trabajadoras. Y por eso, Chávez, siguiendo sus ideas, sostuvo con
tanto énfasis que el socialismo del siglo XXI no podía limitarse a
ser un capitalismo de Estado que mantuviese intocables procesos
laborales que alienan al trabajador o trabajadora. La persona que
trabaja tiene que estar informada del proceso de producción en su
conjunto, tiene que ser capaz de controlarlo, de poder opinar y
decidir sobre los planes de producción, sobre el presupuesto anual,
sobre la distribución de los excedentes, incluida su contribución
al presupuesto nacional. ¿No era acaso eso el plan socialista de
Guayana?
28.
Pero, ahí surgirá el argumento de la burocracia gerencial
socialista: ¡cómo vamos a entregar la gestión de las empresas a
los trabajadores! ¡ellos no están preparados para participar
activamente en el manejo de las empresas! Y tienen razón, salvo
excepciones no lo están, justamente porque al capitalismo nunca le
ha interesado compartir con los trabajadores los conocimientos más
técnicos acerca del manejo de la empresa, y aquí me refiero no sólo
a los aspectos relacionados con la producción, sino también a los
relacionados con la comercialización y el financiamiento de las
empresas. Concentrar esos conocimientos en manos de la gerencia ha
sido uno de los mecanismos que ha permitido al capital explotar a los
trabajadores y trabajadoras. Pero eso, para un cuadro revolucionario,
no puede significar no avanzar hacia la plena participación de las y
los trabajadores. Por el contrario, se deben instalar procesos de
cogestión que permitan que éstos se apropien de esos conocimientos
y para poder hacerlo, deben comenzar a ejercer la gestión en la
práctica y, al mismo tiempo, deben poder formarse en técnicas de
gestión y administración de empresas para llegar luego a una total
autogestión.
29.
Y a nivel de las comunidades y las comunas, tema que no puedo abordar
aquí, entre tantos otros que quisiera abordar, recuerdo siempre lo
que decía Aristóbulo Istúriz: “tenemos que gobernar con la gente
para que la gente aprenda a gobernarse así misma.” Y entiendo que
el presidente Maduro está buscando este objetivo al impulsar la
participación del pueblo organizado en su gestión de gobierno en lo
que el ha llamado: Consejos de Gobierno Popular.
30.
He mencionado varias veces al socialismo del siglo XXI, para mí esa
es la meta a alcanzar, y llamo transición socialista al largo
período histórico de avance hacia esa meta.
31.
Pero, ¿de qué tipo de transición estamos hablando? No se trata de
la transición en países capitalistas avanzados que nunca se ha
dado en la historia, ni de la transición en países atrasados que
han conquistado el poder del Estado por la vía armada como sucede
con las revoluciones en el siglo XX (Rusia, China, Cuba), sino de una
transición muy particular donde sólo se ha logrado llegar por la
vía institucional al gobierno.
32.
Y en relación con esto creo que la situación de América latina en
la década de los 80 y 90 puede compararse en ciertos aspectos a la
vivida por la Rusia prerrevolucionaria de comienzos del siglo XX. Lo
que fue para ella la guerra imperialista y sus horrores ha sido para
nosotros el neoliberalismo y sus horrores: la extensión del hambre y
la miseria, un reparto cada vez más desigual de la riqueza, la
destrucción de la naturaleza, la pérdida creciente de nuestra
soberanía. En estas circunstancias, varios de nuestros pueblos
dijeron “basta” y echaron “a andar”, resistiendo primero y,
luego, pasando a la ofensiva, fruto de lo cual empiezan a triunfar
candidatos presidenciales de izquierda o centro izquierda que
levantan programas antineoliberales.
33.
Fue así como frente al evidente fracaso del modelo neoliberal tal
como se estaba aplicando surgió la siguiente disyuntiva: o se
refundaba el modelo capitalista neoliberal, o se avanzaba en la
construcción de un proyecto alternativo movido por una lógica
humanista y solidaria. Y ya decíamos que fue Chávez quien tuvo la
audacia de incursionar por este último camino y creemos que el
presidente Maduro está tratando de ser consecuente con su legado.
Luego lo siguieron otros gobernantes como Evo Morales y Rafael
Correa. Todos ellos conscientes de que las condiciones objetivas
económicas y culturales, y la correlación de fuerzas existentes en
el mundo y en sus países, los obligarían a convivir durante no poco
tiempo con formas de producción capitalista.
34.
Y decimos audacia porque estos gobiernos enfrentan a una situación
muy compleja y difícil. No sólo deben enfrentarse al atraso de sus
países, sino que deben hacerlo sin contar con todo el poder del
Estado. Y hacerlo a partir de un aparato de Estado heredado cuyas
características son funcionales al sistema capitalista, pero no lo
son para avanzar hacia el socialismo.
35.
Sin embargo, la práctica ha demostrado —contra el dogmatismo
teórico de algunos sectores de la izquierda radical—, que si ese
aparato está gestionado por cuadros revolucionarios, éstos pueden
utilizarlo como un instrumento para dar pasos firmes hacia la
construcción de la nueva sociedad.
36.
Pero, para ello estos cuadros no pueden limitarse a usar el aparato
heredado, es necesario que—usando el poder que tienen en sus manos—
vayan construyendo los cimientos de la nueva institucionalidad y del
nuevo sistema político, creando espacios de protagonismo popular que
vayan preparando a los sectores populares para ejercer el poder desde
el nivel más simple hasta el más complejo.
37.
Este proceso de transformación a partir del gobierno no sólo es un
proceso largo, sino también es un proceso lleno de desafíos y
dificultades. Nada asegura un avance lineal, puede haber retrocesos y
fracasos.
38.
Debemos recordar siempre que la derecha respeta las reglas del juego
sólo hasta donde le conviene. Pueden perfectamente tolerar y hasta
propiciar la presencia de un gobierno de izquierda, si este pone en
práctica su política y se limita a administrar la crisis. Lo que
tratarán de impedir siempre valiéndose de medios legales o ilegales
es —y en eso no hay que ser ilusos— que se lleve adelante un
programa de transformaciones democráticas y populares profundas que
ponga en cuestión sus intereses económicos.
39.
De esto se deduce que estos gobiernos y su militancia de izquierda
deben estar preparados para hacer frente a una fuerte resistencia;
deben ser capaz de defender las conquistas alcanzadas
democráticamente contra fuerzas que se llenan la boca de la palabra
democracia siempre que no se toque sus intereses materiales ni sus
privilegios. ¿Acaso aquí en Venezuela no fueron las leyes
habilitantes que tocaban muy levemente dichos privilegios las que
desencadenaron el golpe militar apoyados por los partidos opositores
de derecha contra un presidente democráticamente electo y apoyado
por su pueblo?
40.
Pero también es importante entender que estas élites dominantes no
representan a toda la oposición, que es fundamental que se haga una
diferenciación entre una oposición destructiva, conspiradora,
antidemocrática, y una oposición constructiva, dispuesta a respetar
las reglas del juego democrático y a colaborar en muchas tareas de
interés común, evitando meter en un mismo saco a todas las fuerzas
y personalidades opositoras. Si somos capaces de reconocer las
iniciativas positivas que puede haber impulsado la oposición y no
condenar como malo de antemano todo lo que venga de ella, pienso que
esto ayudaría a acercar a muchos sectores que hoy están alejados,
quizá no las élites dirigentes, pero sí de los cuadros medios y
amplios sectores del pueblo influidos por ellos, que es lo más
importante.
41.
Por otra parte, pienso que se ganaría mucho más si al combatir sus
ideas erradas, sus propuestas equivocadas, se utilizara argumentos y
no agresiones verbales. Quizá éstas son muy bien recibidas por los
sectores populares más radicalizados, pero producen rechazo en
amplios sectores medios y también en muchos sectores populares.
42.
Otro reto importante que tienen estos gobiernos es la necesidad de
superar la cultura heredada en el seno del pueblo, pero no sólo
allí, también en los cuadros de gobierno, los funcionarios, los
militantes y dirigentes del partido, los trabajadores y sus
direcciones sindicales ( individualismo, personalismo, carrerismo
político, consumismo).
43.
Por otra parte, como los avances suelen ser muy lentos y frente a
esta situación, no poca gente de izquierda se desanima, porque
muchos pensaron que la conquista del gobierno sería la varita mágica
para resolver prontamente los problemas más sentidos por la gente,
cuando estas soluciones no llegan con la rapidez esperada tienden a
desilusionarse.
44.
Por eso es que pienso que, de la misma manera en que nuestros
dirigentes revolucionarios deben usar el Estado para cambiar la
correlación de fuerzas heredada, deben también realizar una labor
pedagógica frente a los límites o frenos que encuentran en su
camino —lo que llamamos una pedagogía de los límites—. Muchas
veces se cree que hablarle de dificultades al pueblo es desalentarlo,
desanimarlo, cuando, por el contrario, si a los sectores populares se
les informa, se les explica por qué no se pueden alcanzar de
inmediato las metas deseadas, eso los ayuda a entender mejor el
proceso en que viven y a moderar sus demandas. Y también los
intelectuales deben ser alimentados con información para que sean
capaces de defender el proceso y para que puedan realizar una crítica
seria y constructiva si es necesario.
45.
Pero esta pedagogía de los límites debe ir acompañada
simultáneamente de un fomento de la movilización y la creatividad
populares, evitando domesticar las iniciativas de la gente y
preparándose para aceptar posibles críticas a fallas de la gestión
gubernamental. No sólo se debe tolerar la presión popular sino que
se debe entender que es necesaria para ayudar a los gobernantes a
combatir las desviaciones y errores que pueden ir surgiendo en el
camino.
46.
Me siento muy frustrada de no poder hablar de tantos otros temas,
pero debo poner fin a estas palabras y para hacerlo quiero leerles
algunas de las varias preguntas —que planteo en el libro— que
creo pueden ayudarnos a evaluar si los gobiernos más avanzados ya
mencionados están dando pasos en el esfuerzo por construir una
nueva sociedad socialista:
47.
▪ ¿Movilizan a los trabajadores y pueblo en general para llevar
adelante determinadas medidas e incrementan sus capacidades y poder?
48.
▪ ¿Entienden que necesitan un pueblo organizado, politizado,
capaz de presionar para debilitar el aparato estatal heredado y poder
así avanzar en el proceso de transformaciones propuesto?
49.
▪ ¿Entienden que nuestros pueblos y especialmente las y los
trabajadores tienen que ser actores de primera línea y no sólo de
segunda?
50.
▪ ¿Oyen y otorgan la palabra a sus pueblos?
51.
▪ ¿Entienden que pueden apoyarse en ellos para combatir los
errores y desviaciones que vayan surgiendo en el camino?
52.
▪ ¿Les entregan recursos y los llaman a ejercer el control
social del proceso?
53.
▪ En síntesis, ¿contribuyen a crear un sujeto popular cada vez
más protagónico, capaz de ir asumiendo cada vez más
responsabilidades de gobierno?
54.
En este sentido creo de trascendental importancia la propuesta de
discusión nacional abierta a todos los sectores sociales del país
sobre el tema del precio del petróleo. Me parece trascendental
porque se convoca al pueblo, no al partido, a discutir. Pienso que el
papel del partido debe ser el de involucrarse plenamente en él
siendo el instrumento facilitador de dicho debate.
55.
Quiero terminar este texto insistiendo en algo que no me canso de
repetir:
56.
Para que podamos avanzar exitosamente en este desafío se requiere de
una nueva cultura de izquierda: una cultura pluralista y tolerante,
que ponga por encima lo que une y deje en segundo plano lo que
divide; que promueva la unidad en torno a valores como: la
solidaridad, el humanismo, el respeto a las diferencias, la defensa
de la naturaleza, rechazando el afán de lucro y las leyes del
mercado como principios rectores de la actividad humana.
57.
Una izquierda que se dé cuenta que la radicalidad no está en
levantar las consignas más radicales ni en realizar las acciones más
radicales —que sólo unos pocos siguen porque asustan a la
mayoría—, sino que sea capaz de crear espacios de encuentro y de
lucha para amplios sectores; porque constatar que somos muchos los
que estamos en la misma lucha es lo que nos hace fuertes, es lo que
nos radicaliza.
58.
Una izquierda que entiende que hay que ganar hegemonía, es decir,
que hay que convencer en lugar de imponer.
59.
Una izquierda que entiende que más importante que lo que hayamos
hecho en el pasado, es lo hagamos juntos en el porvenir.
1.
La cita sigue: “En el momento actual, son los comités del
“Partido”, y no lo soviets,
quienes
llevan la dirección en Rusia, y su organización sufre los efectos
de toda organización burocrática.
Para poder salir de este desorden mantenido, Rusia debe retomar todo el genio creativo de las fuerzas locales de cada comunidad.” [sigue la cita, pero yo me detengo aquí MH]
Para poder salir de este desorden mantenido, Rusia debe retomar todo el genio creativo de las fuerzas locales de cada comunidad.” [sigue la cita, pero yo me detengo aquí MH]